orte la cuerda con que me habian atado los pies. Me sente en la
plataforma de la roca; estaba entumecido. Sentia un terror espantoso de
pesadilla al pensar que cualquier movimiento podia hacerme caer.
[Ilustracion]
No me atrevia a levantarme y a ver la extension de roca con que contaba;
me parecia que con solo un paso me faltaria el terreno o que la pena
donde descansaba estaria en una pendiente tan grande que con moverme un
paso podria caerme.
El viento venia en rafagas violentas, haciendo un ruido como si se
hubieran desencadenado todas las furias del Averno. Pase la noche de una
manera horrible; helado, extenuado. A veces sentia el temor de
deslizarme. Comprendia que era una ilusion; pero el terror era mas
grande que mis facultades de analisis, y me agarraba a las piedras hasta
hacerme sangre en las manos, y gritaba freneticamente como un loco.
Cuando comenzo a amanecer senti que mi corazon se aligeraba, y mi pecho
respiro con desahogo.
La luz venia iluminando el mar, ya calmado y tranquilo.
El resplandor de la manana aumentaba rapidamente; el horizonte se
enrojecia; nubes sonrosadas comenzaron a aparecer en el cielo, y el
disco del sol salio del fondo del mar.
Por entre las zarzas y malezas de Frayburu, en donde yo estaba tendido,
escaparon una porcion de pajarracos y de gaviotas.
Todo el mar iba iluminandose. La brisa ligera hacia temblar los maizales
de Izarte; alguna golondrina, sola, como despavorida, paso por el cielo
y se perdio en la extension del espacio.
Pense en lo que seria mejor. Me decidi a esperar a que pasara cerca
alguna trainera. En ultimo caso, aprovechando la marea baja, podia ir
avanzando por las rocas, nadar hasta la gruta del Izarra, y salir, como
en la infancia salimos Recalde y yo; pero el viaje era peligroso, y,
ademas, no me hacia ninguna gracia la perspectiva de entrar solo en
aquel agujero.
Lo mejor era tener paciencia. Mi madre habria dado parte de mi
desaparicion. Al ver que llegaba la manana y no aparecia, la pobre
estaria desesperada, pensando que quiza me habria ocurrido alguna
desgracia.
Comenzaron a salir las lanchas pescadoras. Grite, pero iban demasiado
lejos para que me oyesen; tampoco era facil que me pudieran ver.
Entonces me acorde del recurso que el atalayero solia emplear para
comunicarse con los pescadores a gran distancia: el hacer la ahumada. Me
registre los bolsillos; tenia fosforos. Alli no habia paja, pero si
zarzas.
No queria gastar los fo
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