os en casa de Sandow, yo escribi una larga
carta a Ana. Dormiamos los tres huespedes del capitan en la biblioteca;
Ugarte y Allen se habian tendido en sus camastros, pero estaban
despiertos.
Cuando termine de escribir, sali de la biblioteca, meti la carta en un
libro, llame a la criada y le encargue que diera aquello a la hija del
capitan. Temia que, al volver, me iba a encontrar a Uguarte y a Allen
luchando a brazo partido.
No pudimos dormir ninguno de los tres; Allen estaba indignado contra
Ugarte. Antes de amanecer, salimos de casa, sin despedirnos de nadie.
Hacia un dia frio; tomamos la carretera y fuimos marchando por la
costa, azotados por una lluvia menuda.
Allen y Ugarte no querian hablarse. Para no tener relacion el uno con el
otro, Ugarte me hablaba en castellano y Allen en ingles.
--iQue por un canalla miserable tengamos que andar asi!--murmuraba
Allen, entre dientes.
Por la noche, mojados hasta los huesos, encontramos un albergue, medio
taberna, medio cabana, que se llamaba el _Reposo del Cazador_. Era una
choza, con las paredes y el tejado cubiertos por completo de hiedra, con
dos ventanas con cortinillas rojas, iluminadas por la luz interior.
Parecia aquella cabana la cabeza hirsuta y peluda de un monstruo, con
sus dos ojos encarnados.
Aunque nos faltaba poco para el pueblo, decidimos quedarnos alla. Nos
sentamos a una mesa y pedimos de cenar. Ugarte se puso a burlarse del
capitan Sandow y de su hija. Al principio me indigno; pero luego me
produjo lastima y desprecio, comprendiendo que estaba en uno de sus
arrebatos de locura, de insensatez. Ya tanto me dijo y me insulto, que
le pregunte con sorna:
--?Que te he hecho yo para que me odies asi?
--Me estorbas--grito el--. Uno de los dos sobramos en el mundo.
Y en el paroxismo de la colera empezo a insultarme con furia, a decirme
que estaba deseando que me muriera, porque era su bestia negra.
Allen, desencajado, palido de rabia, exclamo:
--Yo no lo aguantaria.
--?Que te mezclas tu? iCanalla! iMiserable!--grito Ugarte.
Y, en su furor, saco una de las limas de las sacadas del ponton, que aun
llevaba, e hirio al irlandes en la mejilla.
Este, de pronto, se levanto, cogio el banco en donde estaba sentado, lo
alzo en el aire y le dio a Ugarte tal golpe en la cabeza, que lo dejo
muerto.
Despues Allen, como loco, siguio golpeando el cadaver, la mesa, con una
furia de elefante herido, hasta que rompio el banco y se quedo con un
trozo
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