de madera en la mano, contemplandolo como un sonambulo que
despierta; luego lo tiro al suelo, y comenzo a llorar. Toda la gente de
la taberna habia presenciado el hecho, y estaba de parte de Allen.
--Vamos--le dije yo--. Hay que huir.
--No, no. ?Para que?
Me quede a su lado. La herida que tenia en la cara era leve.
--Usted, si. Vayase. Escapese usted--me dijo Allen.
--No, no le abandono.
--Hay testigos aqui de lo que ha pasado. Vayase usted. Si se escapa me
puede usted servir mejor desde fuera de la carcel que de dentro. Tome
usted el dinero que me queda. Si llega usted a Francia, escriba usted a
la criada vieja de casa de Sandow. Sali de la taberna y eche a correr
por el camino; el viento contrario me impedia avanzar, un viento humedo
cargado con efluvios de mar. Oi voces de lejos de gente que pasaba.
Quiza era la policia, avisada; me escondi a un lado de la carretera.
Luego segui corriendo hasta llegar a la ciudad: entre en una callejuela.
El viento silbaba en las encrucijadas, ladraban los perros, comenzaba a
llover a chaparron. Decidi entrar en la primera fonda o posada que me
saliera al paso. La primera que encontre fue una que tenia una ensena
con un caballo. Se llamaba asi: _El Caballo Blanco_. Era de estas fondas
tranquilas, poco frecuentadas, que hay en las islas britanicas, que
tienen un caracter de limpieza y respetabilidad.
Una muchacha muy vivaracha me pregunto si habia cenado; le dije que si,
me llevo a un cuarto, y vino poco despues, con un gran calentador, a
templar la cama.
Caia un verdadero diluvio.
--Le voy a pagar a usted--le dije a la muchacha--, porque voy a salir de
casa muy temprano.
--Como usted quiera.
--?Estara la puerta abierta desde por la manana?
--Si. Siempre suele estar abierta.
Le pague lo que me dijo y me acoste. Seguia lloviendo; el agua azotaba
los cristales, el viento silbaba furioso, dando unas notas de tiple
extraordinarias. Me meti en la cama y me dormi al momento. Me desperte
antes del amanecer con un sobresalto. Me asome a la ventana; no llovia;
me vesti rapidamente y baje las escaleras. La puerta no estaba abierta;
Pense si alguien habria advertido en la casa que la cerrasen aquella
noche; quiza la cerraron por el viento.
Me asome a la ventana. La altura no era grande. Salte a la calle.
Encontrandome solo, sin la compania de Allen y de Ugarte, me sentia mas
energico y con mayor miedo de ser preso. Todo, antes de volver al
ponton. El recuerdo de
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