cocinero de _El Dragon,_ y el otro, un marinero holandes llamado van
Stein. Ambos llevaban mas de un ano buscando el tesoro, pero no daban
con el. Habian pasado por alli varios de los antiguos tripulantes de _El
Dragon,_ habian hecho excavaciones en todos los monticulos de la orilla
del rio, sin encontrar los cofres de Zaldumbide.
Ryp y van Stein, mas tenaces, se quedaron alla; renegaron de su
religion, y, convertidos al mahometismo, se casaron con moras, y eran los
jefes de un aduar establecido en un pequeno oasis con unos cuantos pozos
salobres, un bosquecillo de palmeras y acacias espinosas y arganes.
Los dos renegados y los moros nos llevaron a Smiles, Allen y a mi
prisioneros a su aduar. Era este un conjunto de cabanas miserables,
hechas con palos, piedras y barro, cubiertas unas con hierbas y otras
con un tejido especial formado por pelo de camello o de cabra. Nos
encerraron en una choza, y Ryp y van Stein Stein nos comenzaron a
interrogar. Smiles y yo dijimos la verdad: que nos habian dicho que alli
habia un tesoro y que habiamos ido a buscarlo.
Ryp suponia que teniamos algunos datos, y nos aseguro que, mientras no
dijeramos lo que sabiamos, no saldriamos de alla. Allen estaba dispuesto
a callar. Smiles y yo nada podiamos decir, porque nada sabiamos.
Estuvimos en aquella barraca un mes; nos daban de comer un poco de pan,
pescado salado, leche y miel.
Los moros del aduar eran la mayoria salvajes; mestizos de negros. Alli
unicamente trabajaban las mujeres. Aquellos bigardos se pasaban la vida
con un fusil al hombro, charlando. Ellas cultivaban la tierra y metian
las cosechas en silos, ahumaban y secaban carne y pescado, fabricaban
anzuelos y flechas.
Los hombres unicamente cazaban, pastoreaban las cabras y compraban y
vendian pieles curtidas, jaiques, azufre, camellos y bueyes.
Casi todos los anos, en cierta epoca, se internaban tierra adentro y
hacian una expedicion de un par de meses para robar negros susus. Al
llegar a una aldea negra, la rodeaban durante la noche, y a una senal
dada comenzaban a tirar tiros y a dar gritos. Los desdichados negros se
asustaban, echaban a correr y los moros los iban cogiendo como conejos.
Estos negros, formados en caravanas, los vendian a los comerciantes de
esclavos, que los llevabau a Fez, Marrakesh y Tafilete.
Era dificil comprender como Ryp y van Stein habian llegado a dominar a
aquellos bandidos moros, crueles y cobardes; pero la verdad es que los
tenian en un
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