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a colera violenta. El dia de Nochebuena comenzamos a hacer el boquete. Ibamos labrando por la noche cuatro ranuras en forma de cuadro, que al terminar el trabajo se cubrian con alquitran. Se trataba de horadar la pared de tal modo, que el pedazo arrancado fuera como un tapon, que al ponerlo no se notara que habia agujero. Tardamos bastantes dias en terminarlo. Cuando estuvo acabado, Allen se sento varias veces en la parte de afuera de la pared agujereada por nosotros a tocar el acordeon, y con el dedo untado en alquitran fue tapando las rendijas que podian verse. Ya hecho este primer camino, discutimos entre los tres una cuestion importante: la manera de cruzar el pantano de la orilla. Por el, segun decian, era tan imposible andar como nadar. Allen dijo que podiamos hacer unas a modo de suelas anchas para los pies, y al llegar a los pantanos sujetarlas como unas sandalias y buscar la parte mas dura del cieno. Aceptada la idea, decidimos fabricarlas con unas tablas finas. Allen pidio al _master_ madera para hacer dos cajas, una para el y otra para mi, para guardar nuestros efectos. La madera costo un dineral, porque los caprichos de los presos se pagaban. El dinero de Ugarte quedo reducido a unas pocas monedas. No se desconfio de la peticion, y Allen hizo seis tablas delgadas, aunque bastante resistentes, que guardaba con autorizacion de un vigilante en la toldilla de popa. Estas tablas tenian pie y medio de ancho por tres de largo, y llevaban en medio agujeros disimulados con cera para sujetarlas a los pies. Terminados los preparativos, nos dedicamos a esperar un dia obscuro. La luna comenzaba a menguar, pero aun las noches eran bastante claras. A medida que el momento se acercaba, me sentia intranquilo y febril. No soy cobarde; pero al mirar desde la borda aquella agua espumosa y gris, al pensar que era indispensable lanzarse a ella, me daba el vertigo y se me encogia el corazon. En esto, un sabado, pocos dias despues de Reyes, Allen vio en la costa, a gran distancia, con un catalejo de uno de los pontoneros, un botecillo atado a una punta, sin duda dejado por algun cazador de patos salvajes. El bote estaba mas alla de los pantanos. Nos decidimos e hicimos nuestros ultimos preparativos; cada uno llevaria su ropa, una lima y cuatro o cinco chelines en una bolsa, todo envuelto en un trozo de tela impermeable, formando un paquete, atado a la espalda. Las lias pequenas para sujetarnos al pie las sanda
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