mas
prudente. Despues pensamos en lo que hariamos con el queche. Abandonarlo
alli era dejar un indicio de donde habiamos desembarcado.
Llevamos el queche hasta un extremo del arenal; habia en aquel instante
algo de viento; izamos los foques y la cangreja, atamos la cana del
timon y empujamos el barco metiendonos en el agua. La embarcacion, al
principio, parecia como desconcertada, como asombrada; avanzaba un poco,
retrocedia, daba la impresion de una persona indecisa que quiere dar un
salto y no se atreve. Al ultimo cogio tan bien el viento, que se alejo,
dejandonos estupefactos.
--Ya sabe ella donde va--dijo Allen, convencido.
Al subir un monticulo de arena volvimos la mirada hacia atras. Nuestro
barco seguia navegando.
--Ahora vamos a la finca--dije yo.
Desde la altura adonde habiamos subido se veian dos pueblecillos, uno
que debia ser una aldea de pescadores, y el otro un pueblo de tierra
adentro, rodeado de campos de labranza.
Por la noche, y esquivando las miradas de la gente, llegamos a la finca
en donde habia estado Allen. Se hallaba esta a un lado de la carretera y
tenia delante una frondosa alameda de arboles altisimos. La casa era de
piedra, grande y negruzca, y estaba rodeada de construcciones bajas, de
ladrillo.
El capataz nos dio ropas nuevas, y al dia siguiente comenzamos a
trabajar en el campo.
A pesar de sus ofrecimientos de tratarnos lo mismo que a los demas
obreros, el capataz se aprovechaba de nuestra cualidad de indocumentados
y presuntos convictos para explotarnos.
Yo comprendia que no habia manera de librarse de esta explotacion. Allen
se defendia por ser irlandes; pero Ugarte, que no tenia esta
preeminencia, se desesperaba y me molestaba continuamente.
-Vamonos de aqui-nos decia a cada paso.
-Espera que podamos vestirnos decentemente y reunir unos cuartos, y nos
iremos-le decia yo.
Espero, con grandes protestas. Con el primer dinero que tuve compre una
chaqueta, un morral y unas botas grandes con polainas. Allen se vistio a
la moda del pais; Ugarte, cuando se vio con su traje nuevo, dijo que
teniamos que marcharnos.
El queria que nos fueramos los dos, dejando a Allen; en cambio, Allen
habia pensado en abandonar a Ugarte. Yo hubiese preferido ir con Allen y
dejar a Ugarte; pero ya este me daba lastima.
-Creo que lo mejor-les dije a uno y a otro-es que cada cual tire por su
lado, y luego nos reuniremos en Francia.
-No, no; eso no.
-Bueno, entonces vayamos los t
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