jas y
desmanteladas, una biblioteca vieja llena de libros humedos y tres o
cuatro criados tan viejos y arruinados como toda la casa.
En los aleros y canalones habian hecho sus nidos las golondrinas, y en
los altos arboles se cobijaban cornejas y lechuzas que lanzaban de noche
su grito siniestro. El jardin era un jardin abandonado, con un estanque
misterioso y sombrio, a cuyas orillas los chopos, desprendiendose de sus
hojas, durante anos rodearon de laminas de plata.
Al dia siguiente de llegar, Allen, Ugarte y yo comenzamos a descubrir
las avenidas del jardin y a arrancarles la hierba y a enarenarlas; luego
nos dedicamos a limpiar los perales, en forma de abanico extendidos
delante de las tapias. El domingo oimos la misa en la capilla, y despues
yo estuve registrando la biblioteca. Era este un cuarto fantastico,
grande, con el techo artesonado, abierto en muchas partes; tenia varios
armarios llenos de libros humedecidos, y sobre los armarios cuadros
negros, agujereados y desgarrados. Se veian en este cuarto una porcion
de trofeos de caza, que sin duda al actual poseedor del castillo no le
agradaban. Por una puerta de cuarterones, apolillada, con la cerradura
ronosa, se salia a una galeria llena de nidos de murcielagos y de
golondrinas. Al final habia una boveda con ventanas pequenas en las
gruesas paredes. Esta boveda estaba ocupada por varios bustos de
personajes antiguos, mutilados, y por una serie de relojes de pared de
todos los tamanos, parados y la mayoria rotos.
Yo registre por todos los rincones y encontre varios libros de Walter
Scott y los _Poemas de Ossian_, de Macpherson.
Los seque en el comedor, delante de la chimenea; les compuse la pasta y
se los di a la hija del capitan.
-?Donde los ha encontrado usted?-me pregunto ella.
-Ahi, en la biblioteca. Debe haber mas.
Efectivamente, encontre muchos otros. Leimos al mismo tiempo los dos
_Rob Roy, Ivanhoe_ y _Quintin Durward_, y hablamos mucho de los
personajes de las novelas del gran escritor. Yo encontraba a la hija del
capitan cierto parecido con Diana Vernon, aunque Ana Sandow era mas
melancolica que la heroina de Walter Scott.
Ana vivia a merced de los caprichos de su padre, viejo loco y egoista,
que no la dejaba hablar con nadie.
Allen se habia hecho amigo de la criada y de las gentes de la vecindad;
yo escuchaba, sin muestras de impaciencia, la septima, la octava y la
novena vez la relacion de las aventuras de Sandow, y Uguarte, despues d
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