avenida
principal estaba casi borrada por las hierbas y por los arbustos.
En dos ventanas del castillo brillaban luces; miradas melancolicas que
parecian observar algo a traves del follaje. El jardin tenia grandes
olmos copudos, como haciendo centinela, y muchos rosales que aun
conservaban marchitas rosas blancas.
Tiramos de una cadena que colgaba cerca de la puerta y sono una campana
a lo lejos.
Salio a la puerta una criada vieja, y Allen le dijo que eramos
naufragos.
-Se lo voy a decir al capitan. Esperad.
Desaparecio, y al poco rato se abrio una de las ventanas iluminadas de
la casa y se presento en ella una figura de hombre, que grito:
-iEh, los naufragos! iAdelante!
Empujamos la puerta, pasamos al jardin y entramos por un patio a cuyos
lados habia dos perros de piedra. Subimos por la antigua escalera, hasta
llegar a un salon con cierto aire entre abandonado y senorial, un cuarto
sin luz, humedo y frio.
El capitan Sandow era un viejo flaco y cetrino, con barba blanca; su
hija, una muchacha delgada y muy palida, con el pelo negro y los ojos
azules.
Allen comenzo a contar en irlandes una narracion arreglada a su gusto,
que tenia aprendida de nuestro fingido naufragio; pero le interrumpio el
capitan contando sus viajes. Le escuchamos atentamente, nos invito a
cenar, cenamos con el y, al retirarnos, nos dijo:
-Aqui podeis estar el tiempo necesario para vuestro descanso.
Despues, precedidos por una vieja, subimos por una escalera de caracol
que llevaba a la torre; habia que marchar con cuidado por los escalones
humedos, resbaladizos y rotos, y bajar la cabeza para no tropezar.
Al final, la criada abrio una puerta y pasamos los tres a una biblioteca
abandonada, en donde habia varios colchones de paja tirados en el suelo,
y alli dormimos.
Al dia siguiente yo le dije a Allen que advirtiera al capitan Sandow
que, para corresponder de alguna manera a su hospitalidad, trabajariamos
en su casa.
A Ugarte le parecia una simpleza ponerse a trabajar cuando no se lo
pedian a uno; el capitan Sandow replico que no queria que hiciesemos
nada; pero, sin duda, en vista de la insistencia de Allen, dijo que
podriamos ponernos a arreglar el jardin.
Aquel castillo lo habia comprado el capitan por muy poco dinero, y no
tenia intencion de arreglarlo. Alli todo era viejo y arruinado: las
paredes estaban carcomidas por debajo de las hiedras negruzcas; habia
una capilla vieja en el mayor abandono, unas salas vie
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