ia de Allen, que tanto exasperaba a
Ugarte, siguio librandonos de una porcion de conflictos.
Antes de llegar a una aldea se destacaba el irlandes y entraba solo;
inspeccionaba el pueblo; si veia algo que consideraba peligroso, en la
primera casa marcaba una cruz con carbon; en cambio, si no habia nada
inquietante, dibujaba un ocho.
Nosotros nos acercabamos, fijandonos en las marcas; si la senal era no
entrar, dabamos la vuelta al pueblo; si no, ibamos a alguna taberna, a
cuya puerta el nos esperaba. Soliamos tomar en el albergue una sopa
caliente, un trozo de carne cocida y un vaso de cerveza, y nos tendiamos
en algun camastro o en la hierba seca.
Por las mananas, antes de salir, comprabamos algunos viveres y
almorzabamos en el campo. Ugarte traia la lena, yo hacia el fuego y
Allen guisaba.
[Ilustracion]
VI
LA CASA HOSPITALARIA
Se nos habia hecho de noche a cuatro millas de Wexford. Entramos en una
aldea y llegamos hasta la posada a pedir alojamiento. La posada era una
casita pequena, retirada de la carretera, con un arco en medio, sobre el
cual se balanceaba una muestra que representaba un delfin de colores
chillones. A los lados del arco habia dos ventanas y debajo de ellas dos
bancos de piedra.
La posadera, una mujer energica, nos dijo que tenia el establecimiento
lleno y no podia alojarnos. Conseguimos que nos diera de cenar, por la
insistencia de Allen. Luego, mientras nos servia la cena, nos pregunto:
-?Que son ustedes?
-Marinos. Hemos naufragado en la costa hace ocho dias y venimos andando.
-Si son ustedes marinos, vayan ustedes a casa del capitan Sandow. Alli
les aceptaran.
-?Quien es el capitan Sandow?-pregunte yo-. ?Un militar?
-No; es un antiguo capitan de barco. Un viejo loco que vive con su hija.
Otras veces ha alojado en su casa naufragos.
Salimos de la posada en compania de un chico, que nos fue acompanando.
La casa de Sandow era un viejo castillo guarnecido con una torre
cuadrada de piedra gris, cubierta de hiedras. A su alrededor se
levantaban varios edificios desiguales. Una porcion de chimeneas, como
tubos de organo, le daban un aspecto fantastico, y otras en zig-zags
parecian brazos en flexion. Una escalera exterior subia hasta el piso
principal. Rodeaba a la casa un terreno pantanoso, antiguo jardin
abandonado y salvaje, de un aire dramatico y misterioso, sobre todo a la
blanca claridad de la luna.
No habia camino del castillo a la puerta de la tapia; la
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