ncierro.
Cuando me encontre con Allen sobre cubierta, los dos vestidos de
pontoneros, nos miramos atentamente y nos dimos la mano. Juramos no
separarnos jamas.
Alli tenia uno que vivir diez anos. iUna vida! Tenian que pasar
primaveras, veranos e inviernos en aquella carcel flotante, siempre a la
vista de un mar gris, de unos pantanos llenos de fango, sin mas
comunicacion con el mundo exterior que el ruido de las olas y el grito
aspero de las gaviotas y de los patos salvajes.
La vida en el ponton era horrible; apenas teniamos sitio donde
revolvernos; a proa se alojaban los soldados de guardia, y a popa, los
oficiales. La poblacion pontonera vivia entre la galeria baja y la
barraca hecha sobre cubierta, vigilada por unos y otros.
Dificil era acostumbrarse a vivir alli, pero todo se consigue a fuerza
de energia y de perseverancia.
Estoy convencido de que los primeros dias no enferme por un esfuerzo
extraordinario de la voluntad. Constantemente estaba febril, mi cabeza
ardia; de noche no podia dormir y caia en un estado de abatimiento
profundo. Al amanecer, a la hora de diana, me levantaba con las ropas
humedas y el pelo mojado; sentia dolores en todas las articulaciones y
una gran postracion.
A pesar de esto, mi voluntad no cedia; yo la encontraba fuerte y tensa,
dispuesta a cualquier esfuerzo. Tome una pocion de quina, y a los quince
dias habia recobrado la salud.
A los confinados en los pontones se les trataba como a presidiarios. En
caso de rebeldia se les mandaba azotar, se les ponian cadenas o se les
llevaba al calabozo, el _black hole_ (agujero negro), en donde se les
tenia a pan y agua.
Casi todos los reclusos tenian palomas, pajaros, ardillas y otra porcion
de animales domesticados. Cada cual buscaba el entretenimiento mas en
armonia con sus gustos e inclinaciones.
Habia un capitan negrero ingles que, segun nos conto el mismo, cuando
los negros se le sublevaban los ataba a la boca de los canones y
disparaba. Este capitan, cuando le cazaron, iba recogiendo negros,
metiendolos en barricas y echandolos al agua. Tan brutal energumeno se
conmovia pensando en un conejo al que habia domesticado.
Ugarte y un marselles nos fastidiaban con frecuencia, Ugarte era el
eterno descontento; la mala alimentacion, la humedad, el frio, todas las
molestias naturales en una carcel de aquel genero, le tenian fuera de
si, y sus protestas no le servian mas que para estar encadenado y en el
calabozo.
A mi me acusa
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