mar seguia cada vez mas furioso; las nubes corrian por el horizonte
de una manera tan rapida que producian el vertigo. En esto, una ola de
aquellas cilindricas, como hueca, se nos echo encima, vino en diagonal
tan rapida, tan subita, que no hubo tiempo de ponerle la proa. La ola
dio un golpe en la espalda de los dos primeros remeros, les hizo
torcerse violentamente y paso por encima de nosotros.
No hubo nadie de los nuestros que no creyera que aquel era nuestro
final. Al verme todavia en la lancha, yo me indigne.
--Estamos aqui parados estupidamente--les dije--. Hay que pasar. iHala!
--Nada, vamos--dijeron todos.
Estabamos dispuestos a hacer un esfuerzo supremo, cuando, con un enorme
estupor, vimos la goleta de Machin, que venia, saliendo de las puntas,
con el foque hinchado, como un cisne fantastico, rasando el agua.
Todos nos quedamos atonitos. El pailebot salio de las puntas y dio una
larga vuelta, con una rapidez inaudita. Llevaba dos pasajeros: Machin y
su criado. Era admirable de precision: una maniobra mal hecha, una
cuerda rota, y la goletilla iba al fondo del mar.
Al cambiar de direccion creimos que se hundia; hubo un momento en que
estuvo tendida casi por completo; pero pronto se fue enderezando y vino
hacia nosotros cinendo el viento. Sobre la cubierta estaba Machin,
tendido, acurrucado, y, al pasar cerca de nosotros, nos echo una cuerda.
Uno de los que iban a proa la cogio y la sujeto. Nuestro bote dio un
salto al ser arrastrado por la goleta y comenzo a hundir la proa en el
agua.
Machin, sin atender a las indicaciones del atalayero, se lanzo sobre las
olas amarillas de la barra, alli donde se confundian el cielo y el mar,
y paso el y pasamos nosotros con una velocidad vertiginosa, tan pronto
en la cumbre de una montana de agua, como casi atravesandola por en
medio.
Antes de que nos dieramos cuenta estabamos a salvo; Machin y su criado
bajaron las velas y nosotros remolcamos la goleta.
Salimos al muelle. En aquel momento los chicos de la escuela volvian de
rezar de la ermita por nosotros y nos contemplaban con admiracion.
Machin sabia que entre los pescadores era odiado, y no quiso presentarse
como nuestro salvador. El y su criado se retiraron. A este ultimo le
detuve y le dije:
--Han estado ustedes admirables. iQue bien han hecho la maniobra!
--Si, el barco es bueno--dijo el criado.
--Y los tripulantes.
El hombre me dio las gracias y desaparecio tras de su amo.
Ni mi madre
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