l momento al pie de
un arbol de argan. Aquel me parecio el sitio mejor para enterrar los
cofres.
Fije el lugar, y como era muy posible que nos dieran caza y
encontrandonos un papel asi nos lo quitaran, traduje la indicacion al
vascuence, y, mientras esperabamos que acabaran de enterrar el tesoro,
Allen, por mi consejo, fue marcando en un devocionario las letras que
componian los datos puestos en vasco.
Los marineros se habian entendido con unos moros para cambiarles un
rifle de los que llevabamos por dos corderos; pero los moros, en vez de
cumplir el pacto, nos atacaron y nos mataron varios hombres.
Salimos de alla perseguidos por los moros, y nos lanzamos al mar. Nos
cogio un temporal deshecho. No podiamos navegar; las olas enormes nos
inundaban la ballenera; teniamos que sacar el agua con las gorras; la
espuma nos azotaba la cara y el viento nos apagaba el farol cuando
queriamos ver la brujula, y nos dejaba sordos.
Luchamos durante dos dias con la lluvia, y a la manana del tercero vimos
la isla de Lanzarote como una nube.
Creiamos encontrar la salvacion, cuando un buque ingles de guerra nos
capturo y nos llevo al navio que dias antes nos habia dado caza.
Eramos sospechosos de pirateria. Sabido es que las leyes contra los
piratas son muy severas. El pirata esta fuera del derecho de gentes, y
la ley inglesa le condena a ser colgado por el cuello, hasta que
sobrevenga la muerte.
El navio ingles se llamaba _El Argonauta_. El medico de este barco era
una excelente persona; no tuve ningun inconveniente en contarle mi vida,
sin ocultarle nada. El dio de mi buenos informes e influyo, seguramente,
para que no me colgaran de una verga.
Durante la travesia de las Canarias a Plymonth me trataron bien los
ingleses. Ugarte era el que se encargaba de hacerme la vida odiosa,
recriminandome por no haber seguido su consejo cuando navegabamos por el
Pacifico.
III
EL PONTON
Llegamos a tierra y nos condujeron delante de los jueces. Aparecimos en
el banquillo todos los tripulantes de _El Dragon._ El no haber resistido
y el quedar los hechos obscuros nos salvo de ser ahorcados.
Si el juicio hubiera sido como los ordinarios, quiza hubieramos quedado
libres; pero nos juzgaron tan sumariamente, que no pudimos defendernos.
Fuimos condenados a la deportacion en distintos presidios y pontones:
los jefes a diez anos, los marineros a cinco.
No a todos nos enviaron al mismo punto. Los marineros fueron conducidos
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