barco negrero; se habia marchado de el
hacia unas semanas, y llevaba una vida de rinas y francachelas. Se
hallaba cansado del mar, de la vida agitada del barco negrero, y queria
recalar en un rincon y pasar unos anos carenandose.
Yo le dije que a mi, por el contrario, me faltaba la vida agitada como
la que llevaba en el _Asia_ con sir Wilkins; batirme todos los dias,
pasar a cuchillo al que se me pusiera por delante, y morir cualquier dia
de un balazo en la borda de un barco.
--Hombre, vamos a hacer una cosa--me dijo el.
-?Que?
--Vamos a cambiar de destino y de estado civil. Tu te vas al negrero y
te llamas Tristan de Ugarte; yo ...
--No puede ser--replique--. En el barco en donde yo estoy no te van a
tomar con mis papeles y con mi nombre.
--No importa. Yo no pienso ir a tu barco. Voy a comprar unas tierras en
Filipinas, y me gustaria usar tu nombre mejor que el mio.
--Entonces, si.
--Pues nada. Yo rae llamo desde ahora Juan de Aguirre; y si tu quieres
entrar en _El Dragon_ como piloto y con mi nombre, ahora mismo le
escribo al capitan, que es un paisano.
--Bueno, escribele. ?Donde esta el barco?
--En Batavia.
Se puso Tristan a escribir la carta, y cuando concluyo me la dio.
Cambiamos de papeles. Eramos, poco mas o menos, de la misma edad y de la
misma estatura. El de Elguea, yo de Luzaro, teniamos el mismo acento. La
sustitucion era facil.
Deje salir _La Maribeles_, y unos dias despues iba a Batavia y entraba
en _El Dragon_ con una absoluta inconsciencia.
[Ilustracion]
II
DE NEGRERO
El capitan Zaldumbide era un vasco frances. Me recibio amablemente, me
llevo al alcazar de popa, y hablamos. Me pregunto donde habia navegado,
y me expuso con gran claridad todos los peligros que corria al entrar en
_El Dragon._
Al ver que yo aceptaba a pesar de esto, no hizo objecion alguna. Las dos
condiciones para desempenar el cargo eran ser un buen piloto y hablar
vasco. Las dos las reunia yo. Ya aceptado, me enseno la camara que habia
de ocupar cerca de la suya. Me hizo observar que las dos estaban
blindadas y tenian las ventanas con rejas.
No voy a contar las peripecias de mis viajes; fueron, poco mas o menos,
las mismas de todos los que se lanzan al mar a buscar aventuras.
El capitan Zaldumbide me trataba con mucha atencion. Era, relativamente,
buena persona, aunque muy desigual y poco logico. Tenia por norma la
arbitrariedad mas absoluta; ahora, que dentro de su arbitrariedad, y
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