n piloto y se hablaba de un Shanti.
En el fondo, la cancion no decia nada; ?pero eso que importa? Casi
siempre, y aunque parezca absurdo, cuando menos dice una cancion es
mejor. La cancion era asi:
Ni naiz capitan pillotu
Neri bear rait obeditu
Buruban jartzen batzait neri
Bombillun bat, eta
Bombillum bi
Eragiyoc Shanti
Arraun ori.
(Yo soy el capitan piloto--Hay que obedecerme a mi--Si se me ponen en la
cabeza--Una botella grande--y dos botellas--iMueve Shanti ese remo!)
Asi estuvimos repitiendo cancion y estribillo hasta media noche.
Despues se cantaron otros muchos zortzicos y luego vino un muchacho con
un acordeon, que trenzaba, sin parar, la musica mas heterogenea; un vals
se convertia en una habanera, y esta aparecia al final con las notas de
_La Marsellesa_ o de un himno cualquiera.
Yo, en el estado de pesadez que me encontraba entre los vapores del
alcohol y el humo del tabaco, perseguia estas melodias atropelladas,
monstruosas, que salian de la filarmonica y que iban cambiando a cada
instante.
A veces decia:
--Bueno, senores, me voy--y me levantaba para marcharme.
--No, no--decian todos.
--No te vayas, Shanti--gritaba un viejo.
--Tengo que marcharme.
--iFuera! iFuera! iEse patron al agua! No te vayas, Shanti--gritaban los
demas.
Cuando ya no podiamos con nuestra alma, abandonamos el Guezurrechape, y
nos fuimos a casa. Llovia, el muelle estaba cenagoso; yo me equivoque y
en vez de ir hacia casa fui al Rompeolas. Gracias al sereno, que me
encontro y me acompano hasta casa, pude encontrarme al amanecer en mi
cuarto.
VII
MACHIN DESAPARECE
Hacia ya mucho tiempo que Machin no se ocupaba de Mary ni de mi para
nada. No se le veia jamas por Luzaro.
Se iba acercando el dia de nuestra boda.
Una noche, al entrar en casa, vi a Machin que me esperaba en el portal.
Me eche a temblar, lo confieso. ?Que querria aquel hombre?
--Tengo que hablar con usted--me dijo.
--Bueno, pase usted a casa--le indique.
Pense que no intentaria atacarme. Ademas, yo era mas fuerte que el.
Paso Machin, subio las escaleras conmigo, entro en mi cuarto y se quedo
mirando los libros de mi armario y los cuadros de las paredes, con gran
curiosidad.
--?Vienen de casa de su abuela estos cuadros?--pregunto.
--Si.
Quedo mirandolos de nuevo. Yo le contemplaba con marcada impaciencia.
--Usted dira lo que quiere ...--le adverti.
--Si. Voy a decirselo a usted en seguida. Me
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