se apoderarian del capitan y
enarbolarian la bandera negra.
Nosotros sabiamos como marchaba la maquinacion, y dejabamos hacer a los
conspiradores, convencidos de su impotencia. Un dia, al anochecer, en
que los conjurados comenzaron a gritar, los prendimos y se les cogio el
escrito de asociacion y un trozo cuadrado de tela negra. Todos fueron
arrestados, menos los convalecientes; unos firmaron, otros pusieron una
cruz en el papel, por no saber firmar.
El serafico don Jose, que fue tambien de los del pacto de los piratas,
se nos murio del vomito. Verdaderamente, aquel hombre era un santo.
Murio reconociendo que era un gran pecador y lamentando no tener un cura
catolico a su lado. Los vascos nos libramos del vomito negro y del
escorbuto, que comenzo tambien a presentarse en el barco.
Seguimos navegando, cortamos el paralelo 50 deg. sur por los 102 deg. oeste
proximamente, y nos acercamos al continente americano, hacia la isla de
la Desolacion.
Ya no nos quedaba ningun caso de vomito negro. No le parecio prudente al
capitan intentar el paso por el estrecho de Magallanes, y se decidio a
doblar el Cabo de Hornos, a gran distancia de tierra.
Solo mirando el plano hay para echarse a temblar por aquellos parajes:
la isla de la Desolacion, el puerto del Hambre, la bahia de la
Desesperacion.... Acercandose a tierra, no se veian mas que rocas
peladas y bancos de hielo. Hacia un frio terrible, y no se encontraba un
rincon donde guarecerse. Pasamos dias muy angustiosos, ateridos de frio,
y estuvimos a punto de chocar con un enorme banco de hielo que venia
flotando, al que tomamos al principio, entre la niebla, por un barco con
las velas desplegadas.
Descansamos al llegar a las islas Malvinas, en la Bahia de la Soledad.
Luego remontamos al norte, atravesando las calmas de Capricornio por los
22 deg. oeste, y, aprovechando todo el aparejo en los alisios del sudeste y
la corriente brasilena, cortamos la linea hacia los meridianos 18 deg. o 20 deg.
al oeste.
La travesia habia sido muy feliz. Ibamos a la altura de San Vicente, a
la anochecida, cuando un crucero ingles nos hizo senas de que nos
detuvieramos, y nos lanzo, por primera providencia, una andanada.
El capitan consulto con el teniente y con el contramaestre. Habia
bastante viento. Se podia escapar bien. La bruma se nos echaba encima.
Despues de la conferencia, el capitan mando poner el barco al pairo.
Nosotros mismos, los vascos, estabamos furiosos. Entregar _El
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