ra.
Libres de chinos, hubo que limpiar la bodega, que era una verdadera
pestilencia.
Comenzamos a marchar hacia el sur, a buscar el estrecho de Magallanes o
el Cabo de Hornos, en aquella inmensidad desierta del Pacifico,
llevados por la monzon del oeste. Encontramos algunos barcos balleneros,
con los que nos pusimos al habla, y nos indicaron la situacion exacta en
que nos encontrabamos.
En esto se nos acerco un barco que iba a la deriva de una manera
desesperada. Nos hizo senales y nos pregunto si teniamos medico; le
dijimos que no, y nos pidio quinina. Buscamos en el botiquin del doctor
Cornelius, pero no habia quinina. Lo unico que pudimos enviarles fue
unas cajas de te. El barco aquel se hallaba apestado. La tripulacion,
enferma de vomito negro, tenia un aire lamentable; estaba formada por
hombres harapientos, verdaderos esqueletos amarillos, con panuelos y
trapos en la cabeza.
Al dia siguiente el vomito negro se desarrollo en _El Dragon_ con una
gran violencia; uno de los marineros holandeses, Stass, atacado por la
fiebre, se levanto de la cama delirando, y, despues de cantar una
extrana cancion, se tiro al mar. El teniente hizo que toda la
tripulacion sana se alejara en la parte de la popa, y convirtio el
castillo de proa en enfermeria. El miedo que se desarrollo entre los
marineros fue tan grande, que nadie queria acercarse a la proa; se
sorteaba quien habia de dar la comida y el agua a los enfermos, y el
designado solia ir llevando los viveres en una pertiga larga, los dejaba
y echaba a correr. De pronto, el espanol don Jose se indigno con aquella
inhumanidad, y dijo que Cristo nos mandaba cuidar de los enfermos y
consolar a los tristes. Nosotros le oiamos burlonamente y le deciamos:
--Anda, vete tu.
Don Jose, con gran sorpresa nuestra, se metio en la enfermeria a cuidar
a los enfermos.
Tristan, el de la cicatriz, fue a ver al capitan, y le propuso que se
modificaran los libros de a bordo, se cambiara el nombre del barco y nos
quedaramos con el. El capitan le dijo que, si volvia a proponerle
aquello, le mandaria arrestar.
Tristan, el de la cicatriz, parecio conformarse; pero, no solo no se
conformo, sino que intento sublevar la tripulacion. Era cosa bien
dificil, porque casi toda estaba en la convalecencia. Entre el segundo
contramaestre, el cocinero y Tristan, el de la cicatriz, hicieron un
pacto para apoderarse del barco y formar una asociacion de piratas. Una
noche, al entrar en el camarote,
|