(En el mundo no hay hombre de tan mala suerte como yo. El enamorar me
avergueenza, el beber vino me emborracha, el fumar en pipa me marea. iAy!
?Que me va a consolar a mi?)
Llegamos este Hamlet indiano y yo a Bayona, y yo tuve la suerte de
encontrar un patache de cabotaje que iba a Luzaro: el _Rafaelito_. Salia
al amanecer. Lleve mis baules a la barca, me tendi, apoyado en un rollo
de cuerdas, y espere impaciente la salida. Tenia esperanzas de que
hubiera viento, porque la espuma del mar resplandecia mucho en la
obscuridad.
Antes de amanecer nos pusimos en franquia. No habia brisa aun, el mar
estaba tranquilo, las estrellas brillaban con un gran fulgor.
Veia ir y venir a las sombras de los marineros por la cubierta y sentia
las pisadas de sus pies desnudos.
Sonaron las tres en el reloj de la catedral de Bayona, y el patron dio
la orden de partir. Habia seis hombres, cuatro marineros, el timonel y
un grumete.
Salimos llevados por la corriente del Adour, cruzamos por el Boucau, y
al rayar el alba, a fuerza de remos, pasamos la barra.
Los marineros retiraron los remos. Las garruchas de las dos velas
comenzaron a chirriar, los anillos corrieron por las cuerdas y una
obscura forma se levanto en el aire, encima de mi. No se movia ni una
rafaga de viento. La noche estaba tranquila y humeda. A lo lejos
brillaba con intermitencias la luz roja del Cabo Higuer.
De pronto la vela se agito temblorosa, se distendio como con un
latigazo; el barco se inclino de costado y comenzo a deslizarse volando.
El patron se coloco en la cana del timon y los marineros se sentaron en
las bordas. El mar se cortaba bajo la proa del barco y cuchicheaba
dulcemente, ibamos dejando una estela blanca, brillante, a la luz del
amanecer.
El sol comenzo a abandonar las olas y a subir en el cielo claro y
limpio, ahuyentando la bruma; las velas se tenian por el rojo sol
naciente y se hinchaban cada vez mas. El patron hablaba a sus hombres y
les ordenaba tirar de las cuerdas para recoger las velas de cuando en
cuando. El grumetillo cantaba a proa una cancion vascongada. Era una
cancion al mismo tiempo alegre y melancolica, monotona y llena de
variaciones.
[Ilustracion]
Pasamos por delante de Biarritz, con sus rocas, y comenzamos a avanzar
por delante de esa linea de dunas blancas que forma la costa
vasco-francesa hasta llegar al promontorio pizarroso de Socoa. Larrun
aparecio cortando el cielo, y mas lejos, los montes de Espana.
El vie
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