o enamorada.
--?De veras?
--Si.
--?Y de quien?
--De un chico marinero que tu no conoceras, que se llama Agapito. Y el
no la hace mucho caso.
--?No? iQue majadero! ?Que mas puede desear ese imbecil?
--Si no le parece bien ...
Encontraba algo absurdo que un simple marinero desdenara a una muchacha
como Genoveva; pero no quise discutir con Mary.
Dias despues era la Exaltacion de la Santa Cruz, y habia romeria en
Aguiro, un monte proximo a Luzaro. Fuimos Mary, la mujer de Recalde con
su hijo y Genoveva con toda la chiquilleria de Urbistondo. Llevabamos
una gran cesta, que Genoveva subio hasta la cumbre del monte en la
cabeza sin permitir que nadie le ayudara.
Tomamos por el camino de Elguea. Nunca me habia fijado en la belleza de
este camino. A un lado teniamos el monte poblado de robles, de zarzas,
de helechos, de toda clase de plantas salvajes y de florecillas
silvestres; al otro lado y abajo, el mar, entre castanos y carrascas.
La tarde del domingo era de una calma y de un reposo absolutos; habia en
el aire una temperatura y un olor admirables; la gente subia al monte, y
estos aldeanos, por las cuestas, entre el follaje, parecian figuras de
un nacimiento; algo humilde y pastoril.
Hablabamos y reiamos; pero yo en el fondo iba absorto en mi felicidad,
gozando de la hermosura del dia, del silencio interrumpido por el ruido
del mar, de los perfumes de la tierra en otono.
Llegamos a la cima del monte donde se celebraba la romeria. Entramos en
la ermita. Brillaban dentro las luces, resplandecian los ex votos y el
barquito colgado del techo se balanceaba con las velas desplegadas.
En el raso de la ermita, cercado por una tapia baja encalada, unas
cuantas muchacas estaban sentadas. Hubo que comprar una rueda de
rosquillas blancas y regalar una a cada uno de los chicos de Quenoveva y
al nino de la Cashilda.
Fuimos despues a merendar entre los helechos. Alla abajo, en el fondo,
se veia Luzaro como un pueblo de juguete. Ni una lancha aparecia en el
mar. Despues de merendar, nos reunimos todos los romeros en el raso de
la ermita.
--iEh, Shanti, hay que bailar!--me dijeron varios viejos pescadores,
algunos dandome una palmada en el hombre.
[Ilustracion]
--Ya lo creo, bailaremos.
Efectivamente; cuando empezo la musica, yo fui el primero en sacar a
bailar a Mary.
Despues de la charanga comenzo a tocar el tamboril. Genoveva miraba a
Agapito melancolicamente con el rabillo del ojo; yo me acerq
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