mpeolas, y Quenoveva y Mary besaron la cruz por el lado
del mar.
Al volver a casa, yo quise abrazar a Mary a espaldas de la Cashilda y
devolverle el beso que habia dado a la cruz, pero ella se me escapo
riendo.
III
UNA NOCHE EN FRAYBURU
Aunque la veia por las tardes, solia pasar todas las noches por delante
de su casa. Los enamorados son insaciables. Ella estaba junto a los
cristales, me veia, me saludaba y cerraba las maderas del balcon de su
cuarto. Yo necesitaba estar solo para saborear mi felicidad, y en vez de
ir al casino o a mi casa, me marchaba al Rompeolas, me sentaba en el
pretil con las piernas para afuera y miraba el mar a la luz de la luna o
a la luz de las estrellas, retorciendose en torbellinos furiosos.
Una noche, ya al final de septiembre, me habia retrasado. Estaba solo en
el Rompeolas; el mar, agitado, hacia el estrepito de una serie de
truenos al chocar contra las rocas, y levantaba nubes de espuma.
Oi en el reloj de la iglesia que daban las once de la noche, y me dirigi
hacia casa. Habia en la explanada del Rompeolas dos grandes redes
puestas a secar, y para no estropearlas pisando encima, me fui hacia el
borde del malecon. Iba marchando de prisa, silbando, cuando de repente
dos hombres se lanzaron sobre mi, me agarraron, y antes de que pudiera
gritar me taparon la boca y me ataron los brazos.
Crei que me querian tirar al agua, y mis pensamientos se reconcentraron
en Mary.
Los dos hombres rapidamente me bajaron por la rampa del muelle y me
tumbaron a proa en la cubierta de un barco. A popa habia un hombre
envuelto en un sudeste, a quien no se le veia la cara. A pesar de esto,
le conoci. Era Machin. Me habia llevado a su goleta. ?Con que objeto?
Sin duda queria jugarme una mala pasada.
Los dos hombres, dejandome a mi atado y con la boca tapada, cogieron
cada uno un remo y, apalancando en las paredes y remando, llevaron el
barco hasta las puntas. Ya alli, tiraron de las cuerdas para izar las
velas, chirriaron las garruchas, y dos formas obscuras aparecieron en la
obscuridad de la noche.
El foque se extendio, dando un estallido como si fuera a romperse;
despues se hincharon las otras velas; el barquito se torcio
violentamente; yo me agarre para no caerme al agua. Comenzamos a navegar
con gran velocidad.
Encima de mi cabeza la vela se agitaba furiosa, como loca; las garruchas
chirriaban, el mar se cortaba debajo de la punta aguda de lespolon, y
cuchicheaba y parecia ent
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