aljibe con el
agua de la lluvia.
La cordialidad entre nosotros y los de fuera iba estableciendose, pero
aun no estabamos muy seguros.
Como la camara de debajo de la toldilla era pequena y cerrada, el
teniente no queria que durmiesemos todos en ella, y nos repartiamos en
los cuatro departamentos que poseiamos. Yo dormia en la misma cama de
Zaldumbide.
Pronto dejo de llover, pero siguio el viento y siguio el oleaje, que nos
zarandeaba furiosamente. Por intervalos se nos metia el agua en la
cubierta por toneladas; y, como no podia marcharse con facilidad por los
agujeros, se formaba una ola que rodaba a derecha e izquierda, y entraba
en las, camaras.
--?Que hacen esos bestias?--pensabamos nosotros--. Van a conseguir que
el barco se hunda.
Varias veces instamos al teniente a que salieramos a dominar a los
amotinados, pero el nos contenia, diciendo:
--No, no; que vean que nos necesitan. Si no, en seguida se volveran a
sublevar otra vez.
Al quinto dia nos sorprendio la agitacion que habia en cubierta; se oian
gritos furiosos, voces iracundas.... Al anochecer, estaba yo de guardia
cuando sonaron dos golpes suaves en la puerta.
--?Quien va?--pregunte.
--Soy yo, Allen. Vengo con Sam Cooper, el contramaestre, y con Tommy,
que quieren hablar con el piloto.
--Esperad un momento.
Desperte a Tristan, que se echo de la hamaca y que mando abrir
inmediatamente. Por lo que conto Old Sam, portugueses y holandeses,
sintiendo renacer sus odios, se batian a palos y a cuchilladas en la
cubierta. Despues de una lucha en que quedaron en el campo varios
combatientes, los holandeses, mas en numero, habian hecho meterse en el
castillo de proa a los enemigos.
Era el momento oportuno de apoderarse de nuevo del barco.
--?Y los chinos?--pregunto Tristan.
--Los chinos han encontrado los barriles de opio y estan en la cubierta
borrachos, como muertos la mayoria--contesto el contramaestre.
Tristan hizo que se trajeran tres rifles mas para Old Sam, Allen y el
joven grumete, y, a la luz de una literna que llevaba Tommy, nos
lanzamos los nueve a pacificar el barco. Toda la parte de la cubierta
entre el alcazar de popa y el castillo de proa estaba llena de celestes,
revueltos unos con otros. La chimenea de la cocina en aquel momento
echaba chispas que subian destacandose sobre las velas. Supusimos que al
cocinero lo encontrariamos en su garita entre sus cacerolas, y,
efectivamente, lo vimos junto al fogon. Ryp no intento
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