oda,
eh!..., iJa, ja!... Pues en la otra verga esta el doctor Cornelius. Ese
si que esta gracioso dando tumbos.
[Ilustracion]
Invitamos a Tommy a venir con nosotros, pero dijo que no, que se estaba
divirtiendo mucho para meterse en un rincon.
El teniente mando que cerraramos la puerta de la toldilla y le
siguieramos. Bajamos a nuestra camara, la abrimos, y salimos a la
escalera.
--Cerrad la escotilla--dijo el piloto--; cuando esa gente se despierte
entrara a saco en la despensa y no dejara nada. Ahora hay que
aprovecharse.
Nos metimos en la despensa y llevamos a nuestra camara provisiones para
quince dias, dos barriles de vino y de ron, embutidos, carne seca,
galletas; luego entramos en el panol del pan y lo dejamos casi vacio.
Arraitz, que estaba de guardia, nos aviso que la gente comenzaba a ir y
venir por la cubierta.
--Vamos ya--dijo el teniente.
--?Cerramos la despensa?--le pregunte yo.
--No. ?Para que? Si se cierra, romperan la puerta.
--Entonces, la dejamos abierta.
--Si; dejadla abierta, y dejad abierta la escotilla. Nosotros, adentro.
Desde la sobrecamara pudimos presenciar el alboroto del barco. Los
chinos, sobre todo, armaban una algarabia infernal.
Nissen recordo que el doctor Cornelius tenia guardado en su armario un
alambique. Nos sobraba el alcohol, y podiamos destilar el agua de mar
que se quisiera. Preparamos el alambique y le hicimos funcionar.
Destilaba perfectamente. La cuestion del agua estaba resuelta.
El portugues Silva volvio a intimarnos para que nos rindieramos. Queria,
sobre todo, los cofres de Zaldumbide. El teniente contesto que podiamos
atacarlos y vencerlos, porque estabamos bien armados; pero no queria
hacer una carniceria inutil, y que, si nos desembarcaban en cualquier
punto, nosotros nos iriamos, dejando el tesoro de Zaldumbide.
Poco despues, el cocinero Ryp vino con la misma proposicion; tambien
queria las cajas de Zaldumbide. Cuando supo que el portugues tenia la
misma pretension, le entro una colera terrible, y juro que le habia de
calentar las orejas al interprete.
Por la noche del segundo dia debio cambiar el tiempo, porque el barco
empezo a navegar, dando tumbos, y comenzo a llover.
Se oia el ruido de la lluvia, que azotaba y repiqueteaba en la toldilla.
Era una de esas lluvias de los tropicos, abundantes y densas. El
teniente mando a un marinero que avisara al contramaestre, y, cuando
vino este, le dijo lo que tenia que hacer para llenar el
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