viajes de _El Dragon_ tomaban un nuevo aspecto. Segun algunos
marineros, el doctor Cornelius habia echado la maldicion al barco.
Llegamos al Brasil, dejamos la carrona que llevabamos y volvimos al
Africa. Los mercados estaban vacios. Ni mandingos, ni congoleses, ni
uolofs, ni bantus ni lucumies se encontraban por ninguna parte. Sin
duda, el comercio de negros atravesaba una crisis, y al capitan le
ordenaron que fuera a Batavia a recibir nuevas ordenes.
El capitan renegaba; se trataba de un viaje larguisimo y sin resultado
pecuniario alguno. Tardamos cuatro meses en llegar al estrecho de la
Sonda. Lo atravesamos, y llegamos a Batavia.
Entonces, no se si ahora pasara lo mismo, la gente se moria en aquellos
parajes como chinches. Nosotros tuvimos en la tripulacion varias
defunciones por fiebres.
El capitan y el doctor Cornelius conferenciaron con los representantes
de la Compania, y por la noche se nos anuncio que zarpabamos para China.
Teniamos que recoger trabajadores _coolies_ chinos, cerca de la colonia
portuguesa de Macao, y conducirlos a America. Silva el portugues era el
encargado de llevar a cabo estas negociaciones.
Llegamos a las aguas de China. Hacia un calor bestial; todos teniamos
que andar casi desnudos. Nos acercamos a tierra. Se veia una costa
pantanosa verde, y la desembocadura de un rio a lo lejos. El capitan, el
doctor Cornelius y Silva Coelho fueron a tierra. Luego supimos que
ibamos a llevar a America trescientos chinos, mas cincuenta barriles de
opio. El opio valia entonces una enormidad. Cada libra se pagaba a
cuatro y cinco libras esterlinas.
El capitan queria desquitarse a toda costa. Habia calculado la cantidad
de agua necesaria para el viaje; pero estos calculos en barcos de vela,
como usted sabe, no tienen mucho valor.
El Pacifico es muy grande, el viaje largo; eramos demasiada gente y el
agua nos habia de perder.
Por la noche comenzo el embarque de los chinos. Venian en unas canoas de
dos velas de esteras que alli llaman tancales; se acercaban al barco e
iban subiendo por la escala, entrando por el portalon y desapareciendo
por la escotilla de la bodega.
La ballenera nuestra fue y vino varias veces. Por la noche entraban los
trescientos chinos en el barco.
--?Cuando salimos?--pregunto Ugarte.
--En seguida; cuando haya viento--contesto el capitan.
El piloto mando la maniobra. Salio el bote para levar el ancla, el
cabrestante comenzo a chirriar para levantarla, las vela
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