a proa y
a popa echabamos dos anclas.
Despues, al mismo tiempo, con los cabrestantes empezabamos a estirar las
amarras atadas al palo mayor y a las dos anclas, hasta conseguir que el
barco se tumbase por una banda y descubriera la quilla.
Antes habia que calafatear las aberturas de un lado, para que no entrase
el agua. Poniamos unos andamios, raspabamos toda la parte descubierta y
volviamos a torcer el casco al lado contrario y a rasparlo.
Todas las precauciones eran pocas para poder huir rapidamente, en caso
de ser perseguidos.
[Ilustracion]
V
LOS DOS TRISTANES
Llevaba ya varios anos en _El Dragon,_ pensando algunas veces abandonar
aquella vida.
La tripulacion cambiaba constantemente; nosotros los vascos, en un
periodo largo seguimos siendo los mismos, hasta que en uno de los viajes
se fue Ugarte, el piloto, y lo sustituyo otro, con el mismo nombre y
apellido.
En barcos como aquel no habia que fiarse de los nombres ni pedir los
papeles a nadie. Cada cual se llamaba como le parecia; yo mismo cambie
de nombre; no queria que, si me llegaban a ahorcar, el apellido de mi
padre saliera a la vergueenza publica.
Entro el nuevo Tristan en Batavia, adonde habiamos ido a desembarcar
unos negros. No era el nuevo piloto un canalla, como el anterior,
insolente y envidioso; parecia, si, un poco sombrio y triste. Habia
navegado en barcos de buenas Companias; pero se le habia muerto la
mujer, segun dijo, y estaba desesperado, deseando vivir a la ventura
para olvidar sus tristezas.
El nuevo Tristan calculaba los errores de la estima por las
observaciones del sextante; tomaba la altura del sol, y en unas tablas
hacia sus comprobaciones para encontrar la altura y la latitud.
Zaldumbide, que conocia bien a la gente, le trataba con gran
consideracion, y el piloto y el capitan se reemplazaban en las guardias,
como iguales.
El tal Tristan, o como se llamara, no nos dio suerte; desde que entro en
_El Dragon_ no hicimos un viaje feliz. Del estrecho de la Sonda fuimos a
Mozambique, y fondeamos cerca de Quelimane, en una ria conocida por el
capitan.
El nuevo piloto queria presenciar el embarque de negros. Soliamos llevar
las luces roja y verde reglamentarias, y al acercarnos a tierra se
ponia un farol grande de luz blanca en el palo de proa.
Un centinela se colocaba en el baupres y avisaba cuando veia brillar un
fanal rojo.
Al momento, el interprete, el doctor Cornelius y Zaldumbide iban a
tierra con
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