frances, lo impusieron, y a todas partes
donde habia negros llevaron triunfante el _fouet_.
Bien es verdad que, a cambio de esa pequena molestia de arrancar a los
negros algunas piltrafas insignificantes de carne, se les bautizaba, y
eso salian ganando.
Zaldumbide era el San Francisco de Asis de los negros. No los tenia a
todos en la misma camara, sino en cuatro grandes cuadras, hechas con
mamparos; les ponia camas de paja y les sacaba sobre cubierta para
airearlos y lavarlos.
--Es una mercancia delicada--solia decir.
No era el capitan de los que consideran que para cumplir como un buen
negrero hay que maltratar al ganado humano. Preferia matar a un marinero
que a un negro. Varias veces le reprocharon esto, y el contestaba:
--iQue imbeciles! ?Como quiere compararse un marinero con un negro? Un
marinero no vale nada; lo reemplazo con otro en cualquier parte. Un
negro puedo valerme mil duros.
Con nosotros no tenian gran cosa que hacer los tiburones; otros barcos
negreros, que hacinaban los bultos de ebano en la bodega, en malas
condiciones, iban teniendolos que echar al agua a que sirvieran de pasto
a los tiburones; nosotros, no; hubo viaje en que no murio ninguno.
Zaldumbide era muy politico; cuando bajaba a tierra a visitar al rey
Badegu o al mariscal Taparrabo, les rogaba que mandasen azotar a los
negros que iban a vender. Los otros lo hacian sin ningun inconveniente.
Despues, Zaldumbide, al tenerlos en el barco, les hablaba, porque sabia
algo del bantu y del mandigo, y les decia, en aquella infame algarabia
negra, que les iba a llevar o un pais en donde no harian mas que tomar
el sol y comer habichuelas con tocino. Los negros quedaban encantados.
No les alimentaba con mijo y manteca de palma, como los demas negreros;
sino que les daba pescado ahumado, habichuelas y miel. Los alimentaba
mejor que a los marineros. No habia sublevaciones; al reves, habia negro
que, salido de la prision, al verse en el barco con cierta libertad y
sin ser golpeado, consideraba al capitan como a un bienhechor. El
farsante del vasco sonreia dulcemente. En aquellos momentos se
consideraba el San Juan de Dios de los negros. Era un canalla pintoresco
y simpatico aquel Zaldumbide. iLastima de hombre! Tenia grandes
condiciones de previsor y de organizador.
En otros barcos negreros solian hacer bailar a los negros el baile de
homba, y, cuando no querian, les instaban a zarandearse a _fuetazos_.
Alli, no. Zaldumbide contaba con To
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