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ando se encontraba que no tenia presa, se recogia, burlado y hurano, ante las carcajadas del pillo del grumete.... Con esta tropa saliamos de Amsterdam en mayo, pasabamos en junio a la altura de las Canarias y cruzabamos por delante de las islas de Cabo Verde. Aqui nos deteniamos para la aguada y nos acercabamos a las costas de Africa. Soliamos ver en el viaje barcos que iban a la India, fragatas y bergantines; pero en aquella epoca la cordialidad maritima no era muy grande. Se temia el encuentro de barcos piratas, y los negreros, que eran muchos en aquellas costas, huian de todo buque, temiendo encontrar en cada uno un crucero ingles. Llegabamos a la costa de Angola; alli habia agentes de todas las nacionalidades, sobre todo americanos y portugueses. Estos se metian entre los reyezuelos y jefes de tribu y hacian negocio. A cambio de los negros daban fusiles, polvora, instrumentos de hierro y brazaletes de laton y de cristal. Embarcabamos doscientos o doscientos cincuenta negros entre hombres, mujeres y chicos, y aprovechando los alisios del sudeste, ibamos casi siempre al Brasil. Alli vendiamos el saldo entero. Luego, el comerciante negociaba al por menor. Los hombres valian de mil pesetas hasta cinco mil; los ninos, veinticinco duros antes de bautizar y cincuenta despues; las mujeres se vendian a precios convencionales. Zaldumbide no regateaba fusiles ni polvora para adquirir un buen genero. A el no le daban un anciano venerable por un hombre joven, aunque estuviese tenido, ni un hombre con una hernia por un individuo bien organizado. El, con el doctor Cornelius, miraba los dientes de los negros, estudiaba los musculos y las articulaciones; veia si tenian hinchado el vientre. --Cuando yo doy un negro, un buen negro por mil duros, es que es una cosa excelente--decia Zaldumbide--; y anadia--: Antetodo la seriedad comercial. El genero femenino de color no le gustaba al capitan, quiza por razones de moralidad. Zaldumbide no era partidario de maltratar ni de pegar siquiera a los negros, no por nada, sino por no estropearlos. Los demas capitanes negreros trataban a _fuetazos_ a sus negros. Estos _fuetazos_ no eran mas que el ligero prologo de los que les darian despues los bandidos de America. Hay que reconocer, en honor de la bella Francia, que los negreros franceses debieron dejar atras a los demas en el arte de desollar negros, porque incrustaron en el lenguaje de las colonias el nombre del latigo
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