ecesario pasar por nuestra camara, en donde dormiamos gentes de su
confianza, y luego seguir por un pasillo en zig-zags, forrado de
hierro, con agujeros pequenos y redondos para disparar por ellos en caso
de ataque.
Los respiraderos de nuestra camara estaban cruzados por rejas: las
paredes y las puertas, chapeadas de hierro; teniamos en medio una mesa,
sujeta al suelo, que se podia desarmar y adaptar a la pared; unas
cuantas sillas de tijera, una estufa de Plymouth, varios ganchos para
las hamacas, colgadores para cada uno de nosotros y los cofres de cinc.
Las lamparas se apagaban, por reglamento, a las ocho de la noche. Para
esta hora habia que tener colgadas las hamacas; las descolgabamos al
salir el sol. La marineria y el contramaestre se alojaban a proa, en el
sollado, y en las zonas calidas, cerca del Ecuador, dormian en la
cubierta y guardaban las telas de los coys arrolladas sobre las bordas.
Los vascos, por disposicion del capitan, comiamos solos. Zaldumbide nos
regalaba fiambres y postres para tenernos contentos.
Todos los dias tomabamos un cafe muy fuerte, que hacia Arraitz, un
companero nuestro, y una copa de ron. La vida material era buena;
comiamos bien, teniamos tabaco; los dias de mal tiempo nos encerrabamos
en la camara a hablar y a jugar.
El capitan era un barbaro, como todo capitan negrero de esa epoca. Alli,
al que faltaba, ya se sabia, lo azotaban como a un perro. Zaldumbide
tenia un chicote retorcido, con el cual el mismo daba un castiguillo.
Llamaba asi a pegarle a uno hasta dejarle desmayado. En general,
Zaldumbide castigaba la mala intencion, pero casi nunca la torpeza.
Cuando Zaldumbide se encontraba alegre y con ganas de pasar el rato,
pegaba el mismo; cuando estaba displicente, pegaba Demostenes el negro,
un marinero que con frecuencia hacia de verdugo. Para los delitos de
robo, Zaldumbide empleaba el cepo y la barra.
En el fondo, el capitan era mas egoista y avaro que cruel. Su unica
preocupacion era reunir dinero. Debia de ganar mucho. Los capitanes de
barcos negreros no necesitaban polizas de cargo para dar cuenta del
genero recibido. Yo me figuro que Zaldumbide debia quedarse con mas de
la mitad de la ganancia en cada expedicion.
Durante el viaje, fuera de sus trabajos de capitan, solia rezar. Cuando
se metia en el camarote, pasaba el tiempo jugando con sus monedas de
oro, en compania de la mona Mari-Zancos.
Su sistema era no pagar soldadas regulares a la marineria.
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