ar parte de su
guardia negra.
--Aqui--me dijo el primer dia--, el que cumple vive bien. Ahora, el que
no cumple puede encomendarse a San Chicote.
Yo, al principio, no andaba apenas por el barco. Nunca iba a la proa.
Mis dominios eran desde la toldilla hasta el palo de popa. La camara del
capitan y la del teniente se hallaban bajo cubierta y tenian ventanas
con rejas; delante de ellas estaba nuestra camara y encima de las tres
la sobrecamara, en el alcazar de popa, formando dos cuartos separados
por un mamparo: uno que ocupaba el piloto, Franz Nissen, un dinamarques
que no hablaba nunca, y otro el medico, el doctor Cornelius.
Franz Nissen era un hombre muy serio; gobernaba siguiendo el rumbo con
una precision admirable; solo cuando las olas ofrecian peligro por su
magnitud, se ocupaba de ellas.
La brujula estaba delante de la toldilla, a la vista del timonel. Era
una bitacora grande, con caperuza de cristal y dos lamparas de cobre a
los lados para iluminar la rosa de noche. En aquellos buques de madera
no se necesitaban las correcciones que hoy son precisas en los barcos de
hierro; con los compases de Thompson y las barras de Flindrs.
El cuarto de Nissen, el timonel, tenia un ventanillo, desde donde podia
mirar la brujula, y una trampa que comunicaba con la camara del capitan.
En casos de sublevacion, la sobrecamara del alcazar de popa, las camaras
del capitan, del teniente y la nuestra se cerraban y quedaban
incomunicadas. Estas tres ultimas estaban blindadas.
Debajo del cuarto del capitan se encontraba la sala de armas y la Santa
Barbara; debajo del cuarto del teniente, el panol del pan, y debajo de
nuestro cuarto, que se llamaba "Camara de los vascos", la despensa.
Como he dicho, fuera de la camarilla vasca, el resto de la tripulacion
lo formaban ingleses, holandeses, portugueses, un espanol, dos o tres
chinos, un malayo y un negro.
Nosotros haciamos la guardia de popa. No pasabamos casi nunca de la
escotilla grande hacia la proa, mas que cuando habia alguna sublevacion.
Desde la ballenera hasta el baupres, mandaban realmente el contramaestre
y el cocinero. El equipaje alternaba las guardias de cuatro en cuatro
horas, dividiendose en guardias de babor y estribor, y Tommy, el
grumete, avisaba con campanadas cuando se tenian que renovar los de un
lado y los de otro.
El capitan no debia de tener mucha confianza en aquella gente, porque
habia tomado grandes precauciones. Para llegar a su camarote era
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