y hasta rompia el cristal.
Cosa que el agarrara con los dientes no habia manera de quitarsela.
Ryp Timmermans tenia como pinche un chino, el chino Bernardo; un chino
rubio que se dedicaba a cazar todas las ratas del barco y a comerselas.
El jefe de los portugueses era un mestizo de indio, lacrimoso y sucio,
que hacia de interprete, y se llamaba Silva Coelho.
El contramaestre, Old Sam, muchas veces no podia sujetar aquella gente y
buscaba el auxilio del capitan. Entonces ibamos nosotros a restablecer
el orden; pero, si se juntaban los dos bandos, teniamos que retirarnos a
popa y algunas veces meternos en la camara y cerrar la escotilla, sacar
los rifles y prepararnos para la defensa.
En estas condiciones soliamos navegar a la buena de Dios; la
tripulacion, borracha, no hacia caso de los silbidos del contramaestre,
y marchabamos expuestos a chocar con otro barco o con algun bajo
cualquiera. Zaldumbide tenia el procedimiento de hacer como que no se
enteraba de lo que pasaba cuando no podia dominar la situacion.
Old Sam era un desertor de la marina inglesa, hombre inteligente y
practico. Tenia unos cincuenta anos. Vestia marselles y una gorra de
pelo y llevaba el pito de plata, pendiente de un cordon de seda negro,
enlazado en el ojal de la chaqueta.
Franz Nissen, el timonel, era el que no abandonaba nunca la rueda del
timon. Era un viejo ex presidiario que no hablaba con nadie ni se
mezclaba en nada. Tenia bastante con sus recuerdos. El y Old Sam eran
los unicos a quienes el capitan pagaba con exactitud la soldada.
Nissen nos salvo de muchos peligros.
Nosotros, la cuadrilla de vascos, ya habituados a aquella vida extrana e
indiferentes a todo cuanto pasaba a nuestro alrededor, nos poniamos a
jugar a la manilla o al truque nuestros ahorros. Soliamos tener
discusiones interminables por las cosas mas tontas; por ejemplo: cual de
nuestros pueblos era mejor, y llegabamos hasta contar las casas que
habia en cada uno.
Un reloj ingles que teniamos en la camara nos acompanaba en nuestro
encierro, dando las horas con campanadas muy agudas.
Gracias a que holandeses y portugueses se odiaban, podiamos dominarlos
nosotros. De los cinco vascos, cuatro eramos relativamente buenas
personas; pero el teniente Ugarte, no. Este era endemoniado, malo,
atrabiliario.
El capitan Zaldumbide le conocia, y como mandaba en dueno absoluto y
alli no se guardaban mas jerarquias que la suya, nos dijo varias veces
en vascuence dela
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