nes de Mejico.
--?Es verdad que usted posee ochocientas mil vacas,
Ballesteros?--pregunto Clementina.
--iOh, senora; eso es una exagerasion! A lo sumo que llegara mi rebano
es a tresientas mil.
--Si fuesen mias--dijo Fuentes--, construiria un estanque mayor que el
del Retiro, lo llenaria de leche y navegaria por el.
--Nosotro no utilisamo la leche, senor, ni la manteca tampoco. La carne
alguna vese la convertimo en tasaho ?sabe? y la esportamo. Mas por lo
regula solo sacamo partido de las piele ?sabe? Los cuerno tambien los
vendemo para la fabricacion de los objeto de asta.
--iQue te quemas! ique te quemas!--exclamo Pepe Castro por lo bajo.
Pero no tanto que no lo oyese Jimenez Arbos, que estaba del otro lado de
Pepa Frias, y no le acometiese un acceso de risa que procuro con todas
sus fuerzas sofocar.
--Anda, barbiana, alargame ese frasquito de mostaza--dijo Pepa Frias
dirigiendose a Clementina para disimular tambien la risa que le habia
acometido.
--Bajbiana, bajbiana.... ?Que es que bajbiana?--pregunto, la baronesa de
Rag a Osorio en su afan de aprender pronto el espanol.
Este se apresuro a explicarselo como pudo.
Pepa hablaba de vez en cuando por lo bajo con Jimenez Arbos. Solian ser
algunas frases rapidas que probaban la inteligencia en que estaban y al
mismo tiempo el deseo de mostrarse prudentes. La conversacion con Pepe
Castro, que tenia a su izquierda, era mas animada.
--?Por que no aconseja usted a Arbos que coma mas carne?--le preguntaba
el lechuguino al oido.
--?Para que?
--Para lo que se come carne generalmente; para nutrirse y adquirir
fuerzas con que soportar las fatigas que nuestros deberes nos imponen.
--iYa!--exclamo la viuda con entonacion ironica--. Mire usted por si y
deje a los demas arreglar sus cuentas como Dios les de a entender.
--Ya ve usted que procuro nutrirme.
--Si, pero que vaya un poco tambien al cerebro, porque el dia menos
pensado se cae usted en la calle de tonto.
--?Se ha ofendido usted?--pregunto riendo el elegante como si hubiese
dicho la cosa mas descabellada del mundo.
--No, hombre, no: es que lo creo asi. No entiendo como Clementina puede
sufrir semejante narciso.
--iChis, chis! iPrudencia, Pepa, prudencia!--exclamo Castro con susto,
levantando los ojos hacia su querida.
--?Sabe usted que disimula muy bien? No la he visto dirigirle a usted
una sola mirada hasta ahora.
Castro, que hacia dias estaba un poco despechado por la frialdad
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