o caer.
--iNo se asuste usted, hombre!--exclamo ella posando carinosamente su
mano sobre la de el--. Cuando yo lo he consentido es prueba de que no me
desagradaba.
Pero viendo que la miraba con ojos extraviados, como si no comprendiese,
anadio con desenfado y riendo:
--?Acaso se figura que yo no se que me quiere un poquito?
--iOh!--dijo el joven con un grito comprimido.
--Si; lo se hace tiempo--continuo bajando mas la voz y acercando la boca
a su oido--. Pero usted puede que no sepa una cosa, y es que yo tambien
le quiero a usted....
Y echando una rapida mirada hacia fuera para cerciorarse de que no los
observaban, se apodero de sus manos, y le dijo caldeandole con su
aliento las mejillas:
--Si; te quiero, te quiero mas de lo que te puedes imaginar. Ven manana
a las tres a casa.
Clementina no contaba con la femenil impresionabilidad de su adorador.
La violenta emocion que acababa de experimentar unida a la dicha que
estas palabras evocaron en su pecho le trastornaron de tal modo, que se
echo a llorar como un nino. Entonces ella le empujo hacia un rincon y se
alzo vivamente, tapando con su gallarda figura el espacio que la cortina
dejaba descubierto. Su rostro hechicero resplandecia de felicidad. Si un
pintor tuviese la fortuna de sorprender aquel momento y el don de
fijarlo en el lienzo, podria representar, como nadie hasta hoy, a Danae
recibiendo en su prision la conocida lluvia de oro.
Fueron unos amores tiernos y poeticos, candidos y voluptuosos a la par
los de la hermosa dama y el joven naturalista. Para ella fue una
resurreccion de las impresiones dulces de la adolescencia maduradas de
pronto, transformadas en felices realidades. Hasta entonces los devaneos
que habia tenido se parecian unos a otros tanto, que ya desde el
comienzo llevaban dentro un germen de aburrimiento. Siempre le quedaba
en el fondo del corazon un sentimiento de despecho contra aquellas
relaciones que no le traian ninguna viva emocion, ni siquiera nuevos
placeres. La de ahora ofrecia una originalidad que la encantaba. Su
amante era un nino a quien casi doblaba la edad. Habia comenzado a
adorarla por el parecido que la hallaba con su madre. Aquel respeto y
amor filiales se transformaron con un soplo en pasion y deseo. Todo esto
era gracioso, original; tenia un fondo estetico que en ninguno de sus
amores anteriores habia encontrado. Ademas, no pertenecia a la raza de
los lechuguinos y petimetres con quienes tropezaba a todas ho
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