con
puntas de encaje y doble collar de diamantes y perlas. iCuanta hiel
habian hecho tragar aquellos vestidos al bueno de Calderon! Al
principio, cuando se hablo del baile de trajes, penso que con cualquier
disfraz de mala muerte cumpliria y no tuvo inconveniente en otorgar su
permiso. Cuando vio los trajes y la cuenta de la modista, quedo
estuperfacto: estuvo por gritar iladrones! Maldijo de su colega
Salabert, de la hora en que se le habia ocurrido dar aquel baile y de
todas las damas venecianas y holandesas que habian existido. Lo que mas
hondamente trabajaba su espiritu abatido era la consideracion de que
aquellos trajes costosos no servirian mas que para una noche. Cuatro mil
pesetas tiradas a la calle, como el dijo mas de cien veces aquellos
dias.
Esperancita dirigio una mirada a Alcazar buscando su saludo; pero
viendole distraido volvio los ojos al grupo de Clementina y se hizo
cargo inmediatamente de lo que ocurria. Tambien por su frente paso una
nube de tristeza como por la de Raimundo. Mas, repentinamente, se
ilumino; sus ojos brillaron; todo su rostro, que era asaz
insignificante, se transfiguro adquiriendo cierto encanto indefinible.
Era que Pepe Castro se acercaba a saludarla.
--iPreciosa, preciosa!--dijo el adonis en tono distraido, inclinandose
con afectacion.
La nina se puso fuertemente colorada.
--?Quiere usted bailar el primer vals conmigo?
Justamente en aquel instante se acerco a ellos un grupo de pollastres de
los que revoloteaban en torno de los millones de Calderon, felicitando
calurosamente a la nina. Entre ellos estaba Cobo Ramirez. Todos se
apresuraron a pedirle bailes, apuntando en el primoroso librito de
Esperanza la inicial de su preclaro nombre. Ramoncito Maldonado, que se
hallaba a unas cuantas varas de distancia, no se acerco al grupo, fiel a
la consigna de no prodigarse, de hacerse desear, que hacia mas de un ano
le habia dado su amigo y mentor Pepe Castro. Hasta entonces de poco o
nada le habia servido aquella tactica. Esperancita permanecia insensible
a sus asiduos y rendidos obsequios. Pero no lo atribuia el a deficiencia
del metodo, sino a su falta de valor para seguirlo rigurosamente sin
desmayos ni contemplaciones. En cuanto la nina le ponia los ojos dulces,
le dirigia alguna palabra afectuosa, iadios, plan estrategico! Ahora
echaba miradas torvas al grupo contestando distraidamente al conde de
Cotorraso, que desde hacia algun tiempo le mostraba una terrorifica
predilecc
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