esta cargado, Manolo.
--Ya lo veo, ya--respondio este sonriendo; y volviendose de pronto:
--?Que dirian en Madrid, si yo te matase ahora de un tiro?
Pepe Castro sintio cierto hormigueo en la espalda, que no era producido
solamente por el agua, y rio de un modo extrano.
--Y que, hoy por hoy, lo podria hacer impunemente--siguio muy risueno el
marques--. Porque como todos dicen que estoy loco....
--iJe, je!
El tenorio volvio a reir como el conejo. No era cobarde: al contrario,
tenia fama de quisquilloso y espadachin: pero, como casi todos los
valientes, necesitaba publico. La perspectiva de una muerte oscura a
manos de un loco, no le hizo maldita la gracia. Los ejemplos de Seneca,
Marat, y otros hombres notables que murieron violentamente en el bano,
no lograron darla ninguna amenidad, quiza porque no tuviese noticia de
ellos. El marques avanzo con el revolver amartillado, diciendole:
--?Que dirian en Madrid? ?eh? ?que dirian?
Castro se sitio penetrado de frio como si estuviese metido entre hielo y
no en agua tibia. Pero tuvo aun serenidad para gritarle:
--iDeja ese revolver, Manolo! Si no lo dejas no vuelves a ver en tu vida
a Amparo.
--?Por que?--pregunto aquel bajando el arma con el desconsuelo pintado
en los ojos.
--Porque yo no quiero; porque la aconsejare que no te deje entrar mas en
su casa....
--Bueno, hombre, no te incomodes.... Ha sido una broma--replico
apresurandose a colocar el revolver en su sitio.
Castro salio al instante del bano. Lo primero que hizo, cuando estuvo
envuelto en el capuchon turco con que se secaba, fue coger el revolver y
guardarlo bajo llave. Tranquilo ya, pero irritado por el susto que su
majadero amigo le habia dado, comenzo a hablarle en tono malhumorado y
despreciativo, mientras delante del espejo prodigaba a su bella figura,
con el respeto debido, todos los cuidados a que era acreedora.
--Vamos a ver, hombre, desembucha ese secreto.... Sera una gansada de
las que tu acostumbras.... Desenganate, Manolo, que tu ya no estas para
salir a la calle. Debes ponerte en cura--decia mientras se frotaba los
brazos con una pomada olorosa que habia tomado de la bateria de tarros y
frascos de todos tamanos que tenia delante.
El marques echo mano al bolsillo, y sacando la cartera y de ella un
billetito de mujer, dijo con no poca solemnidad:
--Amparo me acaba de escribir esta carta. Deseo que te enteres de ella.
Pepe no volvio siquiera los ojos para mirar el document
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