ue era, se habia
metido en una conjuracion contra el alcalde, de la cual pensaba sacar su
nombramiento de individuo de la comision de paseos publicos. Hacia ya
tiempo que sostenia una lucha sorda, pero terrible, con Perez, otro
concejal no menos ambicioso, para obtener este puesto, en el cual sus
grandes dotes de innovador podrian brillar esplendidamente. El Retiro,
Recoletos, la Castellana, el Campo del Moro esperaban un redentor que
les diese nueva y deslumbrante vida, y este redentor no podia ser otro
que Maldonado. En el fondo de su cerebro, entre otros mil proyectos
portentosos, habia uno audacisimo que no se atrevia a comunicar a nadie,
pero que incubaba con particular carino, resuelto a luchar por el hasta
el fin de sus dias. Este proyecto era nada menos que el de trasladar la
fuente de Apolo del Prado al centro de la Puerta del Sol. iY que un
mercachifle indigno como Perez, de criterio estrecho, sin gusto y sin
estetica, se atreviese a disputarle el puesto!
Cuando mas embebido estaba, dando cuenta de la habilisima intriga que
habian urdido para dar un voto de censura al alcalde, Cobo isu eterno
estripacuentos! acercose al grupo, y despues de escuchar un momento, le
atajo diciendo:
--Vaya, Ramon, no te des tono. Ya sabemos que en el Ayuntamiento no
representas nada. Gonzalez te lleva por las narices adonde le da la
gana.
Fue aquel un golpe rudo para Maldonado. Considerese que estaba delante
de Esperancita y de otra porcion de senoras y senoritas. Tan rudo fue
que le aturdio como si le hubiesen dado en la frente con una maza. Se
puso livido, sus labios temblaron antes de poder articular una palabra.
Por fin, dijo con voz alterada:
--?A mi Gonzalez?... ?Por las narices? iEstas loco!... A mi no me lleva
nadie por las narices ... y mucho menos Gonzalez.
Pronuncio las ultimas palabras con afectado desprecio. Nego a Gonzalez
por la misma razon que San Pedro nego a su Maestro, por el picaro
orgullo. La conciencia le decia que faltaba a la verdad, aunque no
cantase el gallo. Gonzalez era el _leader_ de la minoria municipal, y
Ramoncito le tenia en el fondo del alma una gran veneracion.
--iAnda, anda! isi querras negarme que Gonzalez te maneja como un
maniqui! iEstariais buenos los disidentes si no fuese por el!
Ramoncito recobro subito el uso de la palabra, y tan plenamente que
pronuncio mas de mil en pocos minutos, con impetu feroz, soltando
espumarajos de colera. Rechazo como debia aquella absurda especi
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