ingrata ... si, muy ingrata.... iTu pobre mama te ha
querido tanto!... Dame un beso.... No llores.... No siento dejar el
mundo.... Lo que me doleria es que tu, hija de mi corazon ... que tu....
iQue pensamiento tan horrible! iCuanto me ha hecho sufrir!
El sacerdote se interpuso en aquel momento invitandola a dejar los
pensamientos mundanos. La enferma le escucho con humildad, repitio
devotamente las oraciones que le leia en alta voz. El medico y el duque
se acercaron para ponerle un revulsivo; pero observando que comenzaba el
estertor, el medico hizo un gesto y cogio por el brazo al duque para
sacarlo fuera de la estancia.
D. Carmen paseo una mirada extraviada, vidriosa, por todos ellos, y
deteniendola en Clementina le hizo sena otra vez de que se aproximase.
--Adios, hija mia--dijo sin mirarla, con los ojos fijos en el techo--.
Haces bien en alegrarte de mi muerte....
--iQue dice, mama!--exclamo aquella con un grito de espanto.
--Yo tambien me alegro.... Me alegro de que mi muerte te sirva de
algo.... Si hubiera podido darte en vida lo que me pertenece ... todo te
lo hubiera dado.... Es triste ?verdad?... Tener que morir para hacerte
feliz.... iHubiera gozado tanto viendote feliz!... Adios, hija mia,
adios ... acuerdate alguna vez de tu pobre mama....
--iMadre de mi alma!--grito la dama cayendo de rodillas deshecha en
sollozos--. iYo no quiero que muera, no!... He sido muy mala ... pero
siempre la he querido ... y la he respetado....
--No seas tonta--dijo la moribunda haciendo un esfuerzo para sonreir y
acariciandole la cabeza con su mano de esqueleto--. Ya no me duele que
te alegres.... iQue importa!... Muero satisfecha sabiendo que vas a
deberme un poco de felicidad.... Te recomiendo a las ancianitas del
asilo.... Protegelas, hija mia ... y a esta buena Marcela, tambien....
Adios, adios todos.... Perdonadme el mal que os haya hecho....
El estertor crecia, sonaba mas estridente y mas lugubre por momentos.
Los sollozos de Clementina y Marcela cortaban por intervalos las notas
de aquel ronquido fatal. El duque, tremulo, alterado, se dejo al fin
arrastrar de la habitacion.
D. Carmen no volvio a hablar. Tenia los ojos cerrados, la boca
entreabierta, el cuerpo tranquilo. De vez en cuando levantaba un poco
los parpados y dirigia una mirada afectuosa a su hijastra arrodillada.
El sacerdote leia con voz nasal, quejumbrosa, las oraciones de su libro.
Asi murio la duquesa de Requena. iDejadla, dejadla partir
|