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Algunos dias despues, Clementina y su marido, a pesar del odio
inextinguible que se profesaban, celebraban largas y frecuentes
conferencias. La magna cuestion de la herencia los unia momentaneamente.
Clementina visitaba manana y tarde a su padre. Osorio tambien iba con
frecuencia al palacio de Requena. Uno y otro prodigaban al viejo mil
atenciones, compadecian su soledad, le mimaban. Habia en su
comportamiento cierta familiaridad afectuosa que cuadraba muy bien a
unos hijos que van a proteger la venerable ancianidad de un padre. El
duque se dejaba venerar observandolos con mirada mas socarrona que
enternecida. Cuando volvian la espalda para irse, seguialos con los
ojos, bajaba los parpados lentamente, revolvia entre los labios la breva
americana y se iba bosquejando en su rostro una sonrisa burlona que
duraba todavia algunos segundos despues de perderlos de vista.
Las cosas siguieron en el estado de antes. A pesar de que el testamento
de la duquesa era terminante, Salabert no se digno hablarles una palabra
de intereses. Continuo disponiendo en jefe de su caudal, entregado a los
negocios con absoluta tranquilidad. Su hija y su yerno la perdieron al
ver esta actitud. Comenzaron a vivir agitados, a comunicarse a cada
instante con violencia sus impresiones, a formar planes para provocar
una explicacion. Clementina pretendia que Osorio le hablase. Este creia
que era ella quien debia pedirle carinosamente una explicacion antes de
formular ninguna queja. Despues de algunos dias de vacilacion, al fin se
decidio la esposa a dirigir algunas palabras a su padre, si bien con
cierta indecision y embarazo, pues conocia bien el caracter de este y
mejor aun el suyo propio.
--Vamos a ver, papa--le dijo, hallandole solo en el despacho, con
afectada jovialidad--. ?Cuando me hablas de dinero?
--?De dinero?... ?Para que?--respondio el duque con sorpresa, mirandola
con rostro tan inocente que daba ganas de darle una bofetada.
--?Para que ha de ser? para enterarme de lo que me concierne. ?No soy la
unica y universal heredera de mama?--replico sin abandonar el tono
jovial, pero con cierta alteracion en la voz bien perceptible.
--iAh, si!--exclamo el duque haciendo con la mano un ademan de
indiferencia--. De eso hablaremos mas adelante ... imucho mas adelante!
Clementina se puso palida. La ira hizo dar un salto a toda su sangre.
Sus labios temblaron y estuvo a punto de decir un disparate.
--Seria bueno, sin embargo, que nos en
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