donaron la carretera y se pusieron a caminar por los campos aridos y
tristes del Este de Madrid. El terreno ofrecia leves ondulaciones y se
extendia rojizo y desierto, cortando a lo lejos el horizonte con una
raya bien pura. Ni un arbol, ni una casa. Los finos zapatos de
Clementina se hundian en la tierra y quedaban manchados. Caminaban
silenciosos. Raimundo ya no tenia fuerzas para hablar. Ella tambien se
sintio dominada por la tristeza de la situacion, a la cual ayudaba la
del paisaje, y tuvo la delicadeza de no desplegar los labios. De vez en
cuando volvia la cabeza para cerciorarse de si podian ser vistos desde
la carretera. Cuando se convencio de que estaban bastante lejos se
detuvo.
--?Para que andar mas?... ?No te parece buen sitio?
Raimundo se detuvo tambien y no respondio. Dejo caer el paquete al suelo
y dirigio la vista a lo lejos, a los confines del horizonte. Clementina
deshizo el paquete. Despues de echar una ojeada de curiosidad a sus
cartas, esmeradamente conservadas en los sobres, hizo con ellas un
montoncito. Aguardo un instante a que Raimundo volviese la cabeza, y
viendo que no lo hacia, le dijo:
--Dame un fosforo.
El joven saco el fosforo y se lo entrego encendido, con el mismo
silencio. Volvio de nuevo la cabeza y siguio mirando fijamente el
horizonte, mientras Clementina pegaba fuego al monton de cartas y las
veia arder poco a poco. Tardaron algunos momentos en consumirse:
necesitaba arreglar con sus manos enguantadas el montoncito para que el
fuego no se apagase. De vez en cuando dirigia una mirada entre inquieta
y compasiva a su amante, que se mantenia inmovil y atento como un marino
que contempla el cariz de la mar.
Cuando no quedaron mas que las cenizas negras, Clementina, que estaba en
cuclillas, se alzo. Estuvo un momento indecisa sin atreverse a turbar la
profunda distraccion de Raimundo. Al fin, pasando por su hermoso rostro
una rafaga de ternura, despues de mirar rapidamente a todos lados, se
acerco a el, le paso un brazo por la espalda y le dijo con acento
carinoso:
--Y ahora que estamos solos por ultima vez y que nadie nos ve, ?no nos
despediremos de un modo mas efusivo?
--?Como quieres que nos despidamos?--respondio el mirandola y haciendo
un esfuerzo supremo para sonreir.
--iAsi!--replico la dama vivamente.
Y al mismo tiempo le echo los brazos al cuello y le cubrio el rostro de
fuertes y apasionados besos.
Raimundo se estremecio. Dejose besar por algunos instantes
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