ra! iFuera de mi casa!
Mientras, su querida vomitaba una sarta de injurias acompanadas de
movimientos de caderas, risas sarcasticas y tal cual interjeccion del
repertorio antiguo.
Cuando llego a poner el pie en el jardin, las mejillas de Clementina
comenzaron a echar fuego. Se apoyo un instante en la columna de uno de
los faroles, y en seguida se dio a correr como una loca hacia su coche.
Monto en el de un salto y cayo en un ataque de nervios. La sacaron en
malisimo estado y la subieron a su cuarto entre dos criadas. Cuando
Osorio se presento no pudo enterarle mas que con palabras sueltas e
incoherentes de lo que habia acaecido. Ocho o diez dias estuvo postrada
en la cama. Al fin salio de ella con un deseo tal de vengarse, que
algunos pensaron que se habia vuelto loca.
El pleito, con el habito de venganza que ella soplo sobre el, encendiose
de un modo imponente. Llego a ser en Madrid un acontecimiento publico.
Acerca de la locura del duque hubo pareceres encontrados de los medicos
mas insignes, espanoles y extranjeros. Los unos le ponian de idiota,
degenerado y embrutecido que no habia por donde cogerlo. Los otros
declaraban que su inteligencia brillaba cada dia mas clara, que era un
portento de penetracion y buen sentido. Pero todos coincidian en exigir,
por sus dictamenes, disparatados honorarios. La prensa intervino en
favor de una u otra de las partes. Clementina subvencionaba algunos
periodicos. La Amparo (porque el duque, en realidad, ya no se hallaba en
estado de dirigir el asunto) tenia comprados otros. Y desde las columnas
de ellos se decian, mas o menos veladas, mil insolencias; se sacaban a
relucir en cuentos alegoricos muchas historias escandalosas.
En esta guerra la hija llevaba la peor parte: no podia ser tan liberal
como la querida. Amparo distribuia los billetes de Banco a manos llenas.
En cambio, a Clementina le ayudaban los acreedores de su marido, sus
amigas Pepa Frias, que no cesaba un momento de ir y venir visitando a
los medicos, a los magistrados, a los periodistas, la condesa de
Cotorraso, la marquesa de Alcudia, su cunado Calderon, sus amigos el
general Patino y Jimenez Arbos, y mas que todos ellos, como quien mas
obligacion tenia, su amante Escosura. Este, por el alto puesto que
ocupaba, ejercia considerable influencia en la marcha del litigio.
iQue agitacion! ique vida afanosa y miserable! Clementina no comia, no
dormia: siempre en conferencias con el abogado, con el procurador,
siem
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