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anadio cambiando de tono--. Concluyamos de un modo digno, Raimundo.... Me vas a hacer el favor de tomar un coche, ir a tu casa y traer todas las cartas que te he dirigido para que las quememos. Yo no conservo ninguna tuya. Ya sabes que las rompo en cuanto las recibo. Raimundo no se movio. Despues de esperar unos momentos, Clementina se acerco a el por detras, se inclino silenciosamente y le puso las dos manos en las mejillas, diciendole con acento dulce: --iRetonto! ?no hay mas mujeres que yo en el mundo? Raimundo se estremecio al contacto de aquellas manos delicadas. Volviose bruscamente y apoderandose de ellas las beso repetidas veces con frenesi, las llevo a su corazon, las puso sobre su frente. --No, Clementina, no; no hay mas mujeres que tu ... o si las hay, yo no lo se, ni quiero saberlo.... Pero ?es cierto eso que me has dicho?... ?Es verdad que ya no me quieres? Y su mirada humeda se alzaba con tal expresion de angustia, que ella, sonriendo confusa, se vio obligada a mentir. --Yo no te he dicho que no te queria ... sino que conviene que cortemos nuestras relaciones. --iEs igual! --iNo, chiquillo, no! no es igual.... Puedo quererte, y sin embargo, por circunstancias especiales, no convenir que tenga contigo entrevistas secretas.... No todo lo que uno quiere se puede hacer en el mundo.... Y se perdio en un laberinto de razones especiosas, de cuya falsedad ella misma se daba cuenta turbandose un poco al decirlas. Daba vueltas a unas mismas ideas, vulgarisimas todas, supliendo la fuerza y el peso de que carecian con lo vivo y exagerado de los ademanes. Raimundo no la escuchaba. Al cabo de unos momentos se levanto bruscamente, se enjugo las lagrimas y salio de la estancia sin decir palabra. Clementina le miro alejarse con sorpresa. --Te aguardo--le grito cuando ya estaba en el pasillo. Veinte minutos despues se presento de nuevo con un paquete entre las manos. --Aqui tienes las cartas--dijo con aparente tranquilidad. Su voz estaba alterada. Una palidez densa cubria su semblante. Clementina le dirigio una penetrante mirada de curiosidad donde se pintaba asimismo la inquietud. Pero dominandose le dijo con naturalidad: --Muchas gracias, Mundo. Ahora las quemaremos si te parece.... Iremos a la cocina.... El joven no replico. Se dirigieron a esta pieza del cuarto fria y desmantelada, porque nadie la usaba, y Clementina coloco por su mano el paquete sobre el fogon. Mas de repente, cuando
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