director de las minas:
--?Sabe usted que ese jovencito medico ha estado bastante imprudente al
emitir sus ideas materialistas?
--Materialista no se si es. Lo que hace gala de ser, y por eso le adoran
los operarios, es socialista.
--iPeor que peor!
--La verdad es--dijo Penalver dando un suspiro--que del fondo de una
mina se sale siempre un poco socialista.
A las nueve de la noche, despues de comer en Villalegre, partio el tren
especial que debia conducirlos a Madrid. Todos volvian muy contentos de
la excursion. Esperaban extasiar a sus amigos con el relato del banquete
subterraneo. El unico que padecia entre ellos era Raimundo. Las
alternativas de alegria y dolor por que Clementina le hacia pasar con su
coqueteria le tenian destrozado el corazon.
Ultimamente, viendole tan triste, tan fatigado, la hermosa habia tenido
piedad, le habia hecho sentar a su lado en el coche, y sin escandalo del
concurso (porque estaban curados de espantos) habia charlado casi toda
la noche con el y al fin se habia dormido dejando caer la cabeza sobre
su hombro.
Aunque el tren arrastraba un _sleeping-car_, pocos habian hecho uso de
el. La mayor parte prefirio quedarse en los salones de tertulia. Solo al
amanecer, el sueno los fue rindiendo a todos y se quedaron transpuestos
en su asiento adoptando posturas caprichosas, algunas de ellas poco
esteticas.
Ramoncito Maldonado estaba en el pinaculo de su gloria y fortuna.
Esperancita, a juzgar por todas las apariencias, le amaba. Encontrabase
despegado, por decirlo asi, de la tierra, no solo a causa de la
elevacion natural de su alma, sino por la voluptuosidad del triunfo. Su
faz municipal resplandecia como la de un dios. iAtras para siempre todas
las luchas, todos los obstaculos que amargaran su preciosa existencia
hasta entonces! Exento para siempre de la servidumbre del dolor, como
los inmortales, gozaba sereno, majestuoso, de su apoteosis.
Tambien se habia sentado al lado de la amada de su heroico corazon, y le
hablo durante algunas horas, con dulce sosiego, de las jacas inglesas y
de las grandes batallas que a la sazon se libraban en el seno de la
corporacion municipal, en las cuales el tomaba una parte tan activa.
Hasta que, mecida por aquella platica suave, insinuante, la candida nina
quedo dulcemente dormida con la cabeza reclinada en el almohadon.
Ramoncito Maldonado velaba. Velaba y meditaba en su suerte feliz. La
aurora divina, escalando las alturas de la sierra leja
|