bes que lo hacian traer
para decorar sus minaretes en los alcazares de Cordoba y Sevilla. Por
vosotras brindo, pues, embargada el alma de admiracion y respeto, como
representantes en la tierra de lo que hay en ella mas sublime, el amor,
la belleza, la alegria.
El brindis, aunque galante, parecio estrambotico.
Algunos de los mas avisados murmuraron. Crecio la hostilidad que contra
el joven medico existia. Hubo quien dijo por lo bajo que aquel quidam
habia querido "quedarse con ellos".
Rafael Alcantara tuvo conatos de decirle alguna frase provocativa; pero
advirtio en sus ojos que no la soltaria sin proporcionarse un serio
disgusto y prefirio quedarse con ella en el cuerpo. Las damas le miraron
con mas benevolencia. Le encontraban muy original.
De todos modos el brindis produjo cierta penosa impresion que no logro
desvanecer Fuentes, aunque solto el chorro de sus paradojas mas
graciosas.
--Senoras, yo no brindo--decia a las que tenia cerca--, porque no soy
orador. Espero que pronto sera esto una distincion honorifica en Espana;
que no tardara en decirse con respeto al pasar un individuo por la
calle: "Ese no es orador", como ya se dice: "Ese no tiene la gran cruz
de Isabel la Catolica...."
Las damas reian y celebraban los chistes. Pero en el fondo, sea por el
discurso del medico o porque la mina volviera a inspirarles temor,
sentiase un vago malestar. Todos los ojos brillaron con alegria cuando
se anuncio que la jaula les esperaba. Los ultimos que ascendieron oyeron
poco despues de comenzar la ascension un canto lejano que rapidamente se
fue aproximando, sono muy cerca de ellos como si cantaran a su lado y
rapidamente tambien se alejo perdiendose alla en el fondo sin que
hubiesen visto a nadie. Fue de un efecto fantastico. Lo que oyeron era
una playera andaluza cuya letra decia:
Rio arriba, rio arriba,
nunca el agua subira;
que en el mundo, rio abajo,
rio abajo todo va.
Un ingeniero manifesto con indiferencia:
--Es una cuadrilla de mineros que baja en la jaula que sirve de
contrapeso a esta.
--iLo ve usted, condesa!--exclamo Salabert en tono triunfal dirigiendose
a la condesa de la Cebal--. Cuando tienen humor para cantar, no seran
tan desgraciados como usted supone.
La condesa callo un instante, y dijo al cabo sonriendo tristemente:
--La copla no es muy alegre, duque.
Esto se hablaba en el compartimiento superior. En el inferior, Escosura
decia con tono desdenoso al
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