na, cruzando con
vuelo raudo la llanura, levantaba con sus rosados dedos las cortinillas
del carruaje y esparcia una tenue y discreta claridad, sin que el
hubiese dejado de pensar en su dicha.
Esperancita abrio los ojos y le dirigio una tierna sonrisa de amor, que
hizo vibrar hasta las ultimas cuerdas de su alma poetica.
La alondra canto en aquel instante. Entonces, en Ramoncito, el dios se
fue separando cada vez mas del hombre. Ebrio de amor y felicidad
tambien, canto en el oido de la nina, con voz temblorosa, una porcion de
frases incoherentes, hijas de su locura divina. La nina cerro los ojos
para escuchar mejor aquella musica armoniosa....
Cuando hubo agotado los superlativos del diccionario para pintar su
amor, el sublime concejal quiso terminar su obra de seduccion
desplegando ante la hermosa todas las grandezas que podia
proporcionarle, como hizo Satanas con Jesus. "Era hijo unico: sus padres
tenian ciento diez mil reales de renta: en las proximas elecciones a
diputados a Cortes se presentaria candidato por Navalperal, donde tenia
familia y hacienda, y saldria con poco que el Gobierno le ayudase: como
el partido conservador estaba necesitado de jovenes de valer, creia que
en breve plazo podria ser subsecretario: y iquien sabe! acaso mas tarde,
en una combinacion, podria obtener siquiera la cartera de Ultramar...."
La nina escuchaba siempre con los ojos cerrados. Ramoncito, cada vez mas
inflamado, al terminar esta brillante enumeracion se inclino hacia su
adorada y le pregunto en voz baja y conmovida:
--?Me quieres, preciosa, me quieres?
La nina no contesto.
--?Me quieres? ?me quieres?--volvio a preguntar.
Esperancita, sin abrir los ojos, respondio al fin secamente:
--No.
XIV
#Una que se va.#
Algunas semanas despues, la enfermedad de D. Carmen se agravo
extremadamente. Ya no cabia duda a los medicos de que su fin estaba muy
proximo. La postracion era absoluta. No le quedaba en el rostro mas que
la piel y sus grandes ojos tristes y benevolos que se fijaban con
extrana intensidad en cuantos se acercaban a ella, cual si tratase de
leer en las fisonomias el terrible secreto de su muerte. Con tal motivo
asomaban la cabeza mil pasiones sordidas en el alma de los que mas
debieran tenerla atribulada. Salabert pensaba con disgusto en la
herencia que revertia a su hija. Hizo nuevos esfuerzos para que su
esposa revocase el testamento, pero inutilmente. Por primera vez en su
vida D. Carmen
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