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casi todos extranjeros, tipos rubios y sonrosados que nada ofrecian de
particular. Menos aun los administrativos. El unico que llamaba un poco
la atencion entre ellos era un joven delgado y palido, con fino bigote
negro, cuyos ojos negros y duros se fijaban con tal decision en los
convidados que rayaba en insolencia. Sin saber por que, los que
cambiaban con el una mirada se sentian molestos y separaban prontamente
la vista. El director lo presento como el medico de las minas.
Los invitados tenian sus habitaciones preparadas, unos en el edificio de
la direccion (los de mas cuenta, por lo que pudo verse), otros en los
pabelloncitos adyacentes. Cuando hubieron reposado un instante, todos se
trasladaron al gran salon del director, y desde alli, en procesion
solemne, las damas cogidas del brazo de los caballeros, a la vasta sala
de oficinas que se habia habilitado para comedor. Fue una comida
esplendida la que el duque les ofrecio. No se echo menos ninguno de los
refinamientos de los comedores aristocraticos, ni en el lujo de la
vajilla, ni en el aderezo de los platos, ni en la correccion del
servicio. Mientras comian, el vasto parque se ilumino a la veneciana. Al
levantarse de la mesa todos corrieron a admirar desde los balcones el
golpe de vista, que era magnifico, deslumbrador. Una orquesta, oculta en
uno de los grandes cenadores, tocaba con brio aires nacionales. Lo mismo
damas que caballeros, empujados por el calor que era sofocante, atraidos
tambien por la belleza del espectaculo, salieron de casa y se
diseminaron por los jardines. Los pollos consiguieron llevar a algunas
muchachas hasta las inmediaciones del cenador, donde estaba la orquesta,
y se pusieron a bailar. Cobo Ramirez, acercandose al grupo, les grito:
--?Sabeis lo que pareceis, chicos? Viajantes de comercio en el soto de
_Migascalientes_.
Este parecido debio de llegarles a lo mas vivo del alma. El baile perdio
su encanto para aquellos jovenes ilustres, y no tardo en extinguirse.
Pero como la inspiracion de Terpsicore ardia en sus corazones, tomaron
el acuerdo de trasladarse al salon y alli continuaron rindiendole culto,
libre la conciencia de aquel horrible peso que Cobo les habia echado.
La fiesta nocturna no dejo de ser grata. Hubo muy lindos fuegos de
artificio traidos de Madrid. Las damas y los caballeros discurrian por
los caminos enarenados aspirando con delicia el fresco de la noche,
embalsamado por los aromas de las flores. Solo habia un p
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