guna expedicion peligrosa al traves de las montanas.
El tren especial constaba de dos coches-salon, un _sleeping-car_ y un
furgon. Con la algazara que el caso requeria se fue acomodando en los
primeros aquella crema delicada de la salvajeria madrilena. Predominaban
los hombres. Las damas se habian retraido por no hallar suficiente grata
la perspectiva de visitar una mina. Pero aun habia bastantes para
amenizar la excursion, y entorpecerla tambien. Estaban alli las que de
algun modo por sus padres o maridos se relacionaban con el negocio, como
la esposa y la hija de Calderon, la chica de Urreta, la senora de Biggs,
Clementina Salabert y otras. Al lado de estas algunas que por amistad
intima con ellas se habian decidido a acompanarlas, como Pacita y
Mercedes Alcudia, cuya amistad con Esperancita era notoria. Estaban
tambien aquellas que no podian faltar dondequiera que hubiese holgorio,
verbigracia: Pepa Frias, Lola Madariaga, etc. Habia hombres de negocios,
personajes politicos, titulos rancios y nuevos. Al montar en el tren
podia observarse la solicitud servil de los empleados de la estacion, la
extrema turbacion que en aquel recinto producian los poderosos de la
tierra.
Al fin, el mas poderoso de todos, el egregio duque de Requena saco el
panuelo y lo agito en la ventanilla. Sono un pito, respondio la maquina
con prolongado y fragoroso ronquido, y resoplando y bufando, el tren
comenzo a mover sus anillos metalicos y a arrastrarse lentamente
alejandose de la estacion. Los convidados, desde las ventanillas,
saludaban con los panuelos a los que habian ido a despedirles. Gran
agitacion y algazara en los coches, apenas se encontraron corriendo por
los campos yermos de la provincia de Madrid. Todo el mundo hablaba en
voz alta y reia: esto y el ruido del tren hacia que apenas se
entendieran. Poco a poco se fue operando, sin embargo, en aquella
asamblea el fenomeno quimico de la afinidad electiva. El duque se vio
rodeado, en una berlina o mirador que habia en la trasera del coche, de
varios personajes de la banca y la politica. Clementina, Pepa Frias,
Lola Madariaga y otras damas formaban grupo conversando con los
aficionados a la charla desenvuelta y picante, Pinedo, Fuentes,
Calderon. Las ninas y los pollastres se decian mil frases espirituales
que les regocijaba hasta un grado indecible. Una de las cosas que mas
alegria les causo fue la aparicion de Cobo Ramirez en la ventanilla con
la gorra galoneada de un empleado exig
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