un
comino.
Los del duque no fueron todos de esta especie. Tambien su vanidad se
sintio halagada por aquel ruidoso triunfo. Pensaba sinceramente que
habia llevado a cabo una empresa maravillosa digna de ser esculpida en
marmoles y cantada por los poetas. Lo que en pura verdad no pasaba de
una estafa consentida por las leyes, por una extrana aberracion del
sentido moral se transformaba en gloriosa manifestacion de la
inteligencia, no solo a sus propios ojos, sino a los de la sociedad.
Para festejar el exito y tambien para enterarse por si mismo de las
reformas que debian llevarse a cabo a fin de que la mina produjese lo
que tenia pensado, proyecto una excursion con los ingenieros y algunas
personas de su intimidad. Al principio no penso en llevar consigo mas de
ocho o diez. Poco a poco se fue ampliando el numero, de suerte que al
llegar el dia de la marcha pasaban de cincuenta los convidados. Este
aumento era debido principalmente a la iniciativa de Clementina, a quien
sedujo la idea de aquel viaje. Lo que en el pensamiento del duque habia
sido una excursioncita modesta, familiar, en el de su encopetada hija
adquirio el caracter de un acontecimiento publico, un viaje resonante y
ostentoso que preocupo algunos dias a la sociedad elegante.
Salabert hizo poner un tren especial para sus convidados. Unos dias
antes habia mandado los criados y las provisiones. Todo debia estar
preparado para recibirles dignamente. Corria el mes de mayo. Empezaba a
sentirse el calor. A las nueve de la manana se veia en las inmediaciones
de la estacion de las Delicias una multitud de carruajes de lujo, de los
cuales salieron las damas y los caballeros ataviados segun las
circunstancias; ellas con vistosos trajes de fantasia para las
excursiones campestres, ligeros y claros; ellos de americana y hongo,
pero imprimiendo en este sencillisimo traje el sello de su capricho,
procurando, como es justo, apartarse de los hongos y americanas
conocidos hasta el dia. Quien llevaba un terno de franela blanca como el
ampo de la nieve con guantes y sombrero negros; quien lo lucia de color
de lagarto con un sombrerito azul de alas microscopicas; quien, por fin,
habia creido oportuno vestirse de _tricot_ negro con guantes, botines y
sombrero blancos. Muchos llevaban colgados de los hombros por correas
charoladas magnificos gemelos para que no se les escapasen los minimos
detalles del paisaje. Y abundaban asimismo los bastones alpestres como
si marchasen a al
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