a afeccion nerviosa. Ya que estuvo poblado, la marquesa les invito a
pasar al oratorio y asi lo hicieron. Las senoras se colocaron cerca del
altar, donde todas tenian preparados sendos y lujosos reclinatorios: los
caballeros permanecieron detras y solo tenian un almohadon de terciopelo
para arrodillarse. Comenzo la sesion rezando todos el Rosario detras del
padre Ortega. Las senoras lo hicieron con una compostura y un
recogimiento que edificaba: las eburneas manos, donde los diamantes y
esmeraldas lanzaban destellos, cruzadas humildemente; la hermosa cabeza
hundida en el pecho. Estaban irresistibles. Aunque no fuese mas que por
galanteria, el Supremo Hacedor estaba obligado a concederles lo que
pedian. No era la menos humilde, la menos bella y edificante, Pepa
Frias. La mantilla negra iba admirablemente a sus cabellos rubios y a su
tez blanca y sonrosada. Lo mismo decimos de Clementina Salabert, que era
mas esbelta, mas delicada de facciones y que no le cedia nada en la
tersura y brillo de la tez. Aquellas actitudes languidas y artisticas
que las damas adoptaban, debian de estar destinadas a mover la Voluntad
Divina. Pero como un fin enteramente secundario tambien tenian por
objeto la edificacion de los fieles salvajes que las contemplaban. Y si
por casualidad hubiese entre ellos algun librepensador ique confusion y
vergueenza se apoderarian de su animo al ver que el Senor tenia de su
lado a lo mas distinguido y elegante de la _high life_ madrilena!
Terminado el Rosario, dos de las mas espirituales tertulianas subieron a
la pequena tribuna acompanadas de un salvaje baritono y de otro que
tecleaba el piano y cantaron uno de los mas preciosos numeros del
_Stabat Mater_ de Rosini. Al escucharles todas aquellas almas misticas
sintieron la nostalgia del teatro Real, de la Tosti y de Gayarre. Se
confesaron con dolor que si en el Paraiso celeste habia tantos
inteligentes como en el de la plaza de Isabel II, la _pita_ que en aquel
instante estaban dando a sus amiguitos debia de ser monumental. A
seguida del canto vino la platica o conferencia del padre Ortega.
Acomodose el sabio escolapio en un rico sillon de ebano y marfil en el
centro de la capilla. Rodearonle las senoras sentadas en sillitas y
cojines; acercaronse los caballeros formando en segunda fila. Despues de
meditar unos minutos para recoger las ideas, comenzo a exponer con voz
suave y palabra lenta y solemne algunas consideraciones acerca de la
familia cristiana. Ya
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