propiedad. Este sublime pensamiento les edificaba de tal modo, que el
conde de Cotorraso y algunos otros grandes propietarios que alli habia,
se sentian unidos eternamente al Ser Supremo por el vinculo sagrado de
la propiedad territorial y se prometian combatir por ella heroicamente y
oponerse en el Senado a toda ley que directa o indirectamente atentara a
su integridad.
Al terminar el escolapio se le cumplimento con sonrisas y reprimidas
exclamaciones de entusiasmo. Todos hablaban en voz de falsete respetando
el sagrado del recinto. La senorita correosa que habia preguntado antes
que seria de ella si el padre Ortega le faltase, corrio a tomarle la
mano y se la beso repetidas veces con arrebato que hizo cambiar algunas
miradas de burla a los circunstantes. El padre se la retiro bruscamente
con visible desagrado. Y otra vez subieron a la tribuna varias damas y
caballeros, y _ejecutaron_, en toda la extension de la palabra, algunas
melodias religiosas de Gounod.
Al fin salieron del oratorio todas aquellas almas beatas y se dirigieron
al salon.
La marquesa de Alcudia, cuya voluntad no podia estar jamas en reposo, se
dispuso a cumplir lo que habia prometido a su sobrino. Este la vio
llamar aparte a Mariana y salir con ella. Al cabo de un rato ambas
volvieron. Castro comprendio que se habia hablado de el, en la mirada
timida y afectuosa que la esposa de Calderon le dirigio al entrar. Luego
observo que la marquesa se retiraba hacia un rincon con el padre Ortega
y hablaban reservadamente. Sospecho que tambien el estaba sobre el
tapete. El sacerdote le dirigio dos o tres miradas con sus ojos vagos de
miope. No se habia acercado a Esperancita en todo el tiempo, pero de
lejos se miraban y se sonreian. La nina parecia sorprendida de aquella
actitud reservada. Pepe la habia festejado bastante en los ultimos dias.
Comenzo a inquietarse. Al fin, ella misma vino hacia el.
--No ha estado usted anoche en el Real. ?Guarda usted la Cuaresma?
--iOh, no!--dijo riendo el joven--. Es que me dolia un poco la cabeza y
me acoste temprano.
--iClaro! ?que habia de suceder? Por la tarde montaba usted un caballo
que no cesaba de saltar. Hubo un momento en que pense que le tiraba.
Castro sonrio lleno de condescendencia. La nina se apresuro a decir:
--Ya se que es usted un gran jinete; pero de todos modos, siempre puede
suceder una desgracia.
--?Que hubiera usted hecho si me hubiese tirado?--pregunto el mirandola
a los ojos fijamen
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