te.
--iQue se yo!--exclamo la nina alzando los hombros y ruborizandose.
--?Daria usted un grito?--insistio sin dejar de mirarla.
--iVaya unas preguntas extranas que usted hace!--dijo Esperancita mas
ruborizada cada vez--. Lo daria quiza ... o no lo daria....
En aquel momento se acerco la marquesa de Alcudia llamandola.
--Esperanza, tengo que decirte una cosa....
Y al pasar junto a su sobrino, murmuro muy bajo:
--iPrudencia, Pepe! Esos apartes no estan en el programa.
Al verlas alejarse y salir de la estancia, otro hombre menos superior
sentiria alguna inquietud, cierto anhelo por saber lo que iba a pasar en
aquella conferencia memorable. Pero nuestro joven estaba tan por encima
del vulgo en estas y otras materias, que se puso a bromear con las damas
con la misma tranquilidad que si Esperancita y la marquesa se hubiesen
ido a hablar de modas. Cuando al cabo de un rato tornaron a entrar, la
nina de Calderon tenia la carita encendida, los ojos brillantes, con una
expresion sumisa y dichosa a la vez, que si no temieramos cometer una
profanacion en viernes de Cuaresma, comparariamos a la de la Virgen
Maria cuando el angel Gabriel le anuncio que concebiria del Espiritu
Santo.
Continuo la reunion con un caracter semirreligioso. Aquellos espiritus
asceticos no podian olvidarse de que era un dia consagrado por las
penitencias de Jesus en el desierto. En su consecuencia, las ninas que
se acercaron al piano abstuvieronse de cantar el vals de _La Bujia
Elegante_. Sus gargantas piadosas no modularon mas que el _Ave Maria_ de
Schubert, la de Gounod y otras piezas donde se exhala el amor divino. Se
hablaba y se reia con discrecion, bajando el tono. Si algun pollo se
desmandaba un poco de palabra, las damas le llamaban al orden
recordandole que en viernes de Cuaresma no se debe aludir a ciertas
cosillas prohibidas. El espiritu de Dios estaba en la asamblea, a juzgar
por la gran conformidad, por la dulce serenidad con que todos se
resignaban a vivir en este valle de lagrimas. Una sonrisa feliz vagaba
por los labios de ellas y ellos. Entre canticos melodiosos, entre amenas
platicas y bromas delicadas se paso la tarde. Los revisteros podian
decir, sin faltar a la verdad al dia siguiente, que los "viernes del
Supremo Hacedor" eran deliciosos, y que la marquesa de Alcudia hacia los
honores en su nombre con exquisita amabilidad.
Al cabo, la piadosa reunion se disperso. Todas aquellas almas
bienaventuradas y temerosas de
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