cho un odio, que le costaba trabajo disimular.
Les clavo una mirada intensa y colerica: avanzo hasta el medio de la
estancia y dijo con voz un poco alterada:
--Alcazar, le necesitamos para bailar. ?Esta usted muy cansado?
--iOh, no!--se apresuro a decir el joven levantandose--. ?Con quien
quiere usted que baile?
No respondio. Lola le habia enviado una sonrisita sarcastica que acabo
de exasperarla. Se dirigio a la puerta.
--Siento mucho haberle molestado a usted--le dijo friamente cuando
estuvieron lejos.
Raimundo la miro sorprendido. Cuando nadie los oia acostumbraba a
tutearle.
--?Molestia? Ninguna.
--Si; porque, al parecer, estaba usted muy a gusto al lado de esa
senora....
Y no pudiendo refrenar sus impetus mas tiempo, le dijo sordamente:
--Ven conmigo.
Le llevo al comedor donde las mesas estaban ya esperando a los
invitados. Alli, en el hueco de un balcon, desahogo su ira. Le lleno de
insultos y dio por definitivamente rotas sus relaciones. Llego a
sacudirle violentamente por el brazo. Alcazar quedo tan estupefacto, tan
aterrado, que no supo contestar. Esto le salvo. Al ver su rostro
descompuesto donde se pintaban el dolor y la sorpresa, Clementina no
pudo menos de comprender que la ira la enganaba. En Raimundo no habia
existido intencion de coquetear. Sosegandose un poco, admitio las
disculpas que aquel le dio al fin.
--Si precisamente, para hablar de ti es para lo que yo me acerco a ella.
--iAh! ?Para hablar de mi?... Pues mira, de aqui en adelante no hables
de mi. Basta con que me quieras.
Los criados, que por alli andaban, los miraban con el rabillo del ojo y
se hacian guinos maliciosos. Al salir tropezaron con Pepa Frias. La
frescachona viuda estaba muy bien ataviada: habia oido infinitos
requiebros. Vestia de princesa extranjera del tiempo de Carlos III, de
lama plata con recamos de oro, y manto de terciopelo azul. Un escote
cuadrado dejaba ver con harta claridad lo que Pepa debia de considerar
mas interesante en su persona, a juzgar por la predileccion con que lo
mostraba.
--iChica, tengo un hambre de lobo!--entro diciendo--. ?Cuando acabais de
abrir el _buffet_? iAh! ?Conque os vais por los rincones? iPrudencia,
Clementina, prudencia!... Hija, yo no puedo aguardar mas: dame algo de
comer, o me caigo.
Clementina la llevo riendo a un rincon y le hizo servir algunas viandas.
Alcazar se volvio a los salones muy alegre, pero tembloroso aun por la
violenta emocion que su queri
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