que en el coro
de ambos sexos?
El consejero se puso colorado. Todos rieron de la alusion.
--iPero que cruel es usted, Pepa!--exclamo Fuentes riendo todavia--. Los
que aqui estamos no sabemos nada ... (digo, senores, yo hablo por mi),
del olor, del color, ni del sabor de usted; pero no nos quitara el
derecho de figurarnos que es usted una cosa apetitosa y tierna.
--?Tierna?... Esta usted en un error lamentable.
--Yo lo digo por lo que veo ...--dijo acercando el rostro al exuberante
seno de la viuda ...--Y a proposito: ?que lleva usted en ese alfiler?
?es un retrato de familia?
El alfiler representaba un mono.
--No. Fuentes--replico furiosa--, es un espejo.
De todo el grupo salio una carcajada espontanea que hizo volver la
cabeza a los que estaban cerca.
Fuentes quedo acortado un instante; pero como hombre de ingenio que era
supo reponerse.
--Yo sere mono, Pepa, pero usted es monisima.
--iBravo, Fuentes, bravo!--exclamo Calderon, a quien, como hombre
exclusivamente de _debe y haber_, causaba asombro cualquier frase
oportuna.
El tiroteo siguio aun despues de haber salido la mayor parte de la gente
a los salones. El grupo se habia reforzado con algunos pollastres. Esta
fue la razon de que Pepa se levantase bruscamente al cabo, diciendo:
--Me voy. Por mi causa estan ustedes escandalizando a estos seres
tiernos y candorosos.
Los pollos protestaron con algazara.
Poco despues de poblarse nuevamente los salones de baile se retiraron
las personas reales. Hubo para despedirlas el mismo ceremonial, esto es,
las filas apretadas a la puerta de la antesala, la Marcha Real por la
orquesta y la despedida de los duenos hasta la escalinata.
Clementina respiro con libertad. A paso lento, gozando el placer del que
ha terminado una tarea dificil, atraveso los salones dirigiendo sus ojos
risuenos a todas partes, dejando fluir de sus labios palabritas amables
a los amigos con quien tropezaba. Aquel baile esplendido, quiza el mas
suntuoso que hubiese dado jamas un particular en Espana, era obra suya
casi exclusivamente. Su padre habia suministrado el dinero: pero ella la
actividad, el gusto, el artificio. Escuchaba las enhorabuenas que todos
al paso la murmuraban, mecida en una embriagadora satisfaccion del amor
propio. La felicidad le hizo pensar en el amor, su complemento
indispensable. Acometiole un deseo penetrante de cambiar con Raimundo, a
solas, algunas tiernas palabras de carino, algunas caricias fugit
|