e memoria.
--iQue mas quisiera yo!
--iVaya, Emilio, no seas payaso! Mira que me estas faltando al respeto.
La conversacion siguio en este tono alegre y carinoso mientras el
carruaje rodaba por las calles sombrias. En aquel rincon oscuro,
sacudidos por el vaiven de los resortes y aturdidos por el estrepito de
las ruedas al saltar sobre el pavimento, el cuchicheo se hizo cada vez
mas intimo, mas insinuante, animado a cada momento por risas ahogadas y
palabritas dulces. De ambos se habia apoderado un suave enternecimiento;
de Pepa por haber hallado a su yerno tan docil; este por ver a su suegra
tan carinosa y transigente, creyendo encontrarla hecha una furia.
Animado con su exito, acariciado por aquella dulce confianza que
repentinamente se establecio entre ellos, no cesaba de piropearla. Pepa
se enfadaba o fingia enfadarse, le daba pellizcos feroces, le llamaba
hipocrita, coqueton, desvergonzado. Concluyo por decir:
--Todo eso que me dices es una farsa tuya. Si fuese verdad me alegraria,
porque asi tendria cierta influencia contigo para hacerte un buen
marido.
Al salir del coche, con el rostro encendido, mas hermosa que nunca, le
dijo:
--Sube un momento: tengo que darte el reloj de Irene, que se le ha
olvidado ayer.
Emilio la subio del brazo y entro con ella en su gabinete.
Mientras tanto, Irenita llegaba a casa en un estado de agitacion facil
de comprender en una nina tan sensible y enamorada de su marido. La
conducta de Emilio aquella noche la habia trastornado, la habia puesto
excesivamente nerviosa. Y para fin de fiesta, la escena violenta que
preveia entre su madre y su marido, de la cual tal vez saldria su
ruptura definitiva con este, la llenaba de espanto. Asi que, apenas
salto en tierra delante de la puerta, acometida subito de un vivo e
irresistible anhelo, volvio a montar apresuradamente, diciendo al
cochero:
--A casa de mama.
Le abrio el sereno la puerta exterior: la del piso el criado que habia
estado velando y que aguardaba la salida del senorito para irse a
costar.
--?Donde esta mama?
--En las habitaciones de adelante con el senorito Emilio.
Irenita se dirigio con precipitacion a la sala. No estaban alli. Paso
luego al _boudoir_. Tampoco, ni se oia el mas leve ruido. Entro en el
gabinete. Nada. Entonces, sobrecogida de terror, de duda, de ansiedad,
lanzose hacia la alcoba oculta por cortinas de brocatel donde creyo
percibir algun rumor. En aquel momento se alzaron las cortinas
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